Todo lo que asciende coverge

 

En los años 70, un joven escritor holandés, interesado por la práctica del Zen, tan de moda en aquella década, visitó en uno de los magníficos templos budistas de Kioto (Japón ) a un anciano monje que, pese a ser analfabeto, había alcanzado el grado de Maestro Zen. Ante una taza de té, el monje se interesó sobre la religión que profesaba el joven, y al responderle que era cristiano, el humilde Maestro Zen no ocultó su ignorancia sobre la persona y la obra de Jesús, pero comoquiera que mostrara un evidente interés sobre el profeta galileo, el joven corrió hacia la biblioteca de la universidad de Kioto en busca de un Nuevo Testamento. Y, ya de nuevo ante el anciano, este sugirió al joven que le leyera un texto del Evangelio, el primero que se presentara a sus ojos abriendo el libro al azar. El texto que el holandés halló ante sus vista fue el pasaje de las bienaventuranzas. Acabada la lectura, el Maestro cerró los ojos y guardó unos minutos de silencioso recogimiento, acompañado de otros monjes que le rodeaban. Al levantar la cabeza, mirando de nuevo al joven escritor, el anciano exclamó: «No conozco a quien dijo esas palabras que acabas de leer, pero está claro –añadió solemnemente- que sólo pueden haber salido de la boca de un Buddha». Un Buddha, es un ser despierto y compasivo. Todos los «Buddhas» cada uno según su origen y su forma, expresan la misma experiencia. El anciano y analfabeto monje no había estudiado teología, pero, sin otra mediación que el conocimiento intuitivo propio de los seres despiertos, superó en un instante las obsesivas dudas metódicas de muchos teólogos bíblicos, al reconocer sin mediaciones, directamente, las señas de identidad de Jesús como Buddha -Hijo de Dios- el Cristo que daba gracias a su Padre porque tales cosas las velaba a los poderosos y revelaba a los sencillos como al Poverello de Asís, o el encantador maestro vietnamita Tich Nhất Hạnh. La experiencia de Buddha, o experiencia búdica, hace mejores cristianos a los cristianos; igual que la experiencia del Espíritu de Jesús completa nuestra experiencia búdica. Yo, al menos, lo vivo desde esa profundidad. O eso intento. No todos los caminos son iguales, pero estoy de acuerdo con Teilhard de Chardin en que todo lo que asciende converge. No son idénticas todas las sendas, pero todo ser humano aspira a verse con sus semejantes en la misma cumbre.

R.R.

Música:  Ayla Schafer – Rose

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