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El peso del silencio

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Me pide Rafa un escrito sobre este pasado retiro a las faldas del Anboto, nuevamente acogidos por nuestras ya hermanas de camino del Barnezabal del Berriz. Y me sale recurrir a la foto que Karmele nos ha regalado de la montaña, de cuyas cuevas parece descender Mari, su Dama, hecha fulgor de luz. Porque si en la foto la luz se hace forma, en este retiro ha cobrado peso el Silencio. Pocas veces como este fin de semana me he sentido tan sobrecogido por la presencia del vacío, la solidez de una ausencia de ruido que hacía igualarse a silencio y sonido. Un silencio que podía tocarse en el zendo, tal era su densidad.

Cuando el Silencio pesa así, se abren las puertas del cielo, y también las del infierno. Se presenta la conciencia desnuda y ante ella no caben disimulos ni guaridas donde esconderse. La dicha hecha ola de inspiración y resaca de espiración te hace el amor y te gesta el vientre, pero también queda en bragas la sombra, descorridas las cortinas de la razón. Hay que ser valientes, sí, para liberar y mirar a los ojos al lobo que amenazante gruñe, pero no menos que para mantenerlo enjaulado a costa de la felicidad, y a veces de la salud. Se queja la mente, que se las prometía felices con cada cosa en su sitio, cuando entra el vendaval arramplando con todo, sacándote a empujones de tu confortable salón. Pero sabe que en el fondo te estabas consumiendo, y que las puertas y ventanas aterradoramente abiertas son el trampolín a la libertad. Y a tientas, dudando y con miedo, te arrastras a gatas por el oscuro túnel al que aboca la atención. Hasta que tocas algo que late entre quejidos y ya, de perdidos al río, te entregas: sin reja que te Seguir leyendo El peso del silencio

Retiro Zen

Y ahí estaba yo, con mi cojín de meditación, mi pijama y un puñado de prejuicios metidos en un bolsillito de la maleta; dispuesta a pasar un fin de semana Zen y a zambullirme en las profundidades del silencio.

Nunca había practicado Za-zen. De hecho, no tenía ni pajolera idea de lo que era. Sí que tengo hábito de meditar, practico Chi kung hace años, pero de la meditación zen sabía poco o nada. Pero me anime. Me animó un compañero de trabajo (gracias Marce) y de pronto me vi montada en un coche rumbo a Berriz a pasar el fin de semana.

Tengo que reconocer que al principio me sorprendieron muchas cosas. El respeto al entrar en la sala de meditación, el protocolario saludo al entrar y salir, el resonar de los las makilas de madera (disculpad mi ignorancia) antes de empezar cada sesión de Za-zen…

Me sorprendió escuchar: “¡kin hin!” y ver como todo el mundo se levantaba de su asiento y se ponía a andar lentamente por la sala.

Reconozco que al principio sentía ciertas resistencias y algún miedo; ciertos prejuicios a lo desconocido.

Y entonces Pedro, el maestro, dijo algo. No recuerdo con exactitud su frase pero se mantiene nítida en mí la sensación que tuve; fue como un dardo de amor al corazón. La onda de sus palabras atravesó toda la coraza de miedos y prejuicios y una pequeña lágrima rodó por mi mejilla. Y pensé: vale, Naiara, aparca todo, y Seguir leyendo Retiro Zen

Teishô de Rafael Redondo y Pedro Vidal en el sesshin de noviembre de 2014