Soplo, huracán, Spíritu, Pneuma…

 

Soplo, huracán, Spíritu, Pneuma…
según sea el surco que atraviese, o me atraviese.
Que según sea la orilla que transite
TÚ serás para mí brisa o galerna. Quizá ambas cosas…
Mas qué bien sé yo que también la borrasca es tu bandera;
Esa bandera que hago mía.
Aunque mi cuerpo, cada día más lento y más pesado, va dependiendo progresivamente del cuidado de otros, que me visten, que me asean y amorosamente me ayudan en los más mínimos detalles, la fuerza de tu Espíritu me anima en cuerpo y alma día y noche. Aunque ello también se combine con episodios… de miedo y soledad, sí.
Me alienta recordar que incluso en su más hosco abandono, tu Hijo siempre se confiaba en ti, Padre, y seguiría testimoniando al mundo la cercanía de tu ternura, esa verdad indestructible de tu amor que él recibía y experimentaba: tu aliento en las horas oscuras.
Ni siquiera la muerte tiene el poder de frenar la experiencia de tu amor irreversible. Ni siquiera en el corazón mismo del horror las tinieblas lograron borrar la confiada entrega de su espíritu en tus manos, su Abbá entrañable…
Ah, ese aliento de misericordia y compasión que mueve a Dios a acercarse a cada uno de nosotros, que nos empuja a llenarnos de Tí para trasladar esa ternura a nuestros hermanos. Cerrarme, Señor, a tu aliento, significaría para mí cerrarme al aliento de la Vida.
En ti, Abbá, Dios de Jesús, es donde veo de qué manera el ser humano, dejándose acoger por el Ser de la Vida, haciendo de sus brazos extensión de los tuyos, se hace él mismo capaz de acoger a los enfermos, los pobres y oprimidos del mundo en su infortunio, privilegiado lugar en el que Tú proclamas diariamente la Buena Nueva

 

Rafa Redondo

Música:  Zbigniew preisner – Trois Couleurs Bleu

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