Maestro del Amor

 

Jamás entendiste a Dios como un concepto, sino como una experiencia más que amistosa y cercana: lo entendiste – más bien lo viviste, Jesús,- como Padre, Abba, un dios con entrañas de madre, el mejor amigo del ser humano. Tú eres para mí su forma humana, su rostro y gesto, Jesús de Nazareth, su propio Espíritu
Para ti, a diferencia de los filósofos de tu tiempo, Dios jamás fué un ser extraño al mundo que desde la lejanía controla, indiferente, el universo. Tu Palabra, querido Maestro, sigue aún resonando ajena a los pontífices de la virtud, que asfixian mi fragilidad con pesadas cargas morales que ellos se sacuden.
Insistentemente me recuerdas, Jesús, el don de tu acogedora cercanía -y me lo ofreces diariamente como herencia- : que allí en el la fibra más sensible de mi cuerpo, instalas tu morada y habitas cada instante, sanando y vivificando mis entrañas, transformando mi carne en reflejo de tu Espíritu.
Desde esa interioridad, Jesús –y sé muy bien lo que me digo- me transformas diariamente en la hoguera de luz más clara y diáfana que nunca soñé; en la fuerza más segura para poderme enfrentar a la dureza que el flujo del vivir diariamente me depara.
Tú, Maestro del amor, dador de vida, atraviesas la misma muerte para resucitarme contigo en cada instante, sí, ahora mismo que esto escribo.

 

Rafa Redondo

 

Música:  Bobby McFerrin –  Circlesongs

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