la Gracia del Espíritu…

Llevaba unos días de dispersión espiritual, de estéril mariposeo de la mente; nada lograba interesarme: cogía un libro, abríalo, leía dos o tres páginas de él y lo cerraba, porque la ATENCIÓN se me escapaba y desparramaba; poníame a escribir, y tantas eran las cuartillas rotas cuantas eran las escritas.
A la vez barruntaba dentro de mí algo fuerte y maduro que forcejeaba por brotar. Era, sin duda, torpeza no esperar sosegado la Gracia del Espíritu…
Por fin, una tarde, cuando la lumbre del sol poniente daba en el ancho balcón de mi cuarto, encerreme en él, con mis libros mudos, con los familiares objetos en que a diario se deleita mi vista. Era como encerrarme en mí, y aun mejor, porque ese ambiente de hábito servíame para comulgar con el mundo. Aquél cuadrado tintero de cristal, aquella carpeta, aquel sillón en que asentaba mi cuerpo cuando mi mente se me ponía a galopar, aquellas cajitas en que guardaba notas, los rimeros de libros contra las paredes blancas en su desnudez: todo ello era como alargamiento de mi espíritu y a la vez brazos que me tendía el mundo para abrazarme.
Dejé mi mente suelta, sin espolearla ni embridarla. A su albedrío.. Y sentí RESPIRAR EL ALMA. Me sentí respiración. Como el aire penetrándome aireaba mis pulmones, mi sangre…ese ambiente interior de nuestro cuerpo.
ES LA SUSTANCIA MATERIAL DEL MUNDO -pensaba- que circula dentro nuestro; es el mundo diluido y hecho nuestro. Y de aquí pasé a imaginarme a modo de una aireación espiritual al lugar de los colores, las formas, los sonidos, las impresiones todas, diluido en ello, en un TODO.»
Miguel de​ Unamuno
NOTA:
La experiencia del Ser es un derecho de nacimiento, un patrimonio de la humanidad.

 

Rafa Redondo

 

Música:  An Ancinet Muse – Loreena McKennitt

 

 

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