El Espíritu se derrama sobre todo la carne

 

Vuelvo hoy con otro texto de Unamuno que revela lo mismo que decíamos ayer: que la experiencia de Dios es patrimonio de la humanidad. Que el Espíritu se derrama sobre todo la carne.
En el ensayo de Manuel Menchón titulado «La doble muerte de Miguel de Unamuno» se despeja radicalmente y de modo irrebatible la imagen que tanto Millán Astray como los falangistas intentaron hacer del Rector de Salamanca. Falsa imagen que ha perdurado más de 80 años. Unamuno no murió intoxicado como se nos dijo; murió asesinado. Don Miguel, lejos de ser un colaborador de Franco, no se plegó a él. Tras unos meses de dubitación , se posicionó abiertamente contra e sanguinario general . Millán Astray no se lo perdonó, buscó su muerte. Los falangistas consiguieron
que don Miguel fuera enterrado sin hacerle autopsia. Lo cierto es que en aquel tiempo y lugar el filósofo bilbaíno fue un águila rodeada de gallinas.
Mis disculpas por este largo comentario introductorio .Ahí va el texto que hoy nos trae aquí:
«Hay en la Tentación de San Antonio, de Flaubert, un pasaje que se cita a menudo, en el que el Santo en un momento de suprema desolación, de íntimo abandono, desea confundirse con la tierra, hacerse tierra, ser tierra. Ello parece la última expresión del anhelo de inconciencia, acaso del hambre de no ser. Y, sin embargo, bien sentido, no es así; es todo lo contrario. Recuerdo que en aquellas mis soñaciones de mocedad, cuando me tendía bajo un árbol en la falda del Pagazarri, a hacerme el mundo que tenía delante, llegué a fingirme, primero, que mi conciencia se engrandecía y derramaba por la tierra que me servía de sustento y que eran olas de mi pensamiento las cumbres de Oiz, de Udala, de Anboto, de Sollube, penetrando en el cielo. Pero luego daba en pensar que no era así, sino que la conciencia me venía de la tierra, que era yo como una planta que por sutiles raíces recibía del suelo sus soñaciones. Y es desde entonces desde cuando me persigue la vieja idea, la idea multisecular, de que nuestra Tierra es también un grande animal que piensa y sueña y crea y espera, y que hay, en el sentido más estricto, un Alma del Universo, y que esa Alma es Dios. ( Aquí un pedante dogmático exclamaría: ¡Panteísmo puro! ¡Bueno!).
¿Quién me ha hecho esta alma que ha gozado en el combate, que ha comprendido lo del dolor sabroso teresiano, que ha hallado la alegría de la tristeza y la tristeza de la alegría, que ha hecho de un pesimismo trascendente el sostén del inmanente optimismo, quién me ha hecho de esta alma sino vosotras, montañas de mi tierra vizcaína? Fue en tu regazo umbroso, en que canta la lluvia, Pagazarri, donde aprendí de Obermann que si es la nada lo que nos está reservado debemos hacer que sea ello una injusticia. Y ahora es a tu regazo adonde vengo por fuerzas para seguir luchando por la lucha:»
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Agradezco a mi entrañable amiga Lourdes Barrera la facilitación del texto unamuniano.
 Rafa Redondo

 

Múisca: Ese amigo del Alma – Lito Vitale

 

 

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