Tu resurrección en mis adentros es para mí la verdad no sólo de un despertar que supuso un giro de ciento ochenta grados en mi vida, sino también una apuesta diaria por Algo que adquiere sentido del vivir, una apuesta confiada por Alguien al que concedo el poder de acompañarme a tomar las riendas de mi destino, y que me impele a ser un instrumento al servicio de todos los seres; una certeza que afecta a lo más íntimo del mi ser, donde Tú moras. Mi cuerpo la recibe en todas sus células y lo grita a lo largo de su más profunda entraña.

Ese Pan de Vida que de tu Espíritu recibo, tu cuerpo troceado para todas y todos, lo siento llegar sobre todo en tiempos de inclemencia, que me sirva, te pido, para que aprenda yo a ser también ungüento para las heridas de tantas y tantos; y así, en tu ternura sostenido, lo haga hasta el final.