Archivo de la categoría: Sin categoría

Tú, alegría de mi juventud

Buscaba yo a tientas dónde poder posar mis brazos para remar junto a los tuyos, e igual que lo hacías Tú: contracorriente.
Al mirarme y verme sin poder nadar, «se revolvieron mis entrañas» – me dijiste-. Me regalaste tus brazos para siempre. Tu paciente sedal de pescador suplió mis fuerzas allá en el vaivén nocturno del Mar de Tiberíades. Me sigue acompañando, y aún tira de mí hacia tu orilla. Lo sé.
En los desvanes de mis noches, ahora clarososcuras, aún recuerdo entre la niebla, el imborrable fulgor de tu mirada clavada en mis pupilas.
Clareaba el Alba.
Y sigue clareando,
aunque es de noche.
Rafa Redondo
Tú, alegría de mi juventud,
Roca de mi existencia…
Rafa Redondo

 

Múisca:  The Spirit Song – A Nordic Lullaby

 

 

 

“Dios, líbrame de Dios”

Siento que la peor manera de entender a Jesús y su enseñanza, sería querer ensalzarle en un trono, igual que se hacía ante las antiguas divinidades, o bajo un ostentoso palio, como la Jerarquía católica ensalzaba a un sanguinario general durante cuarenta años. Y creo que millones de cristianos aún adoran a un extraño Jesús triunfante sobre deslumbrantes atalayas plenas de majestad, bajo pedestales que evocan banderas victoriosas. Hablo de un falso dios que condena a los vencidos, premia docilidades, arruina a disidentes y los envía al fuego eterno bajo órdenes, leyes e idearios llovidos de los cielos vaticanos; un dios con la impronta autoritaria emanada desde antiguo de los vengativos líderes Moisés, David o Josué; un dios temible, que castiga o premia bajo el modelo de la zanahoria y el palo, el castigo del infierno o el premio de los cielos.
Hablo de un todopoderoso dios que protege a a sus belicosos pueblos elegidos, que provoca e invoca la sumisión, la minoría de edad, el infantilismo y dependencia servil. En definitiva, un dios que, en palabras de José Saramago “no es buena persona”.
El Padre de Jesús no era (ese) dios. Dios murió con Jesús. Jesús era la antípoda del dios de las religiones. Del mismo modo que el sabio y valiente Maestro Eckhart clamaba “Dios, líbrame de Dios”, hoy podríamos también clamar, Buddha, líbrame del Budismo, y Cristo, apártame del cristianismo”, porque a mi modo de ver y sentir, hoy el mundo necesita más a Buddha que a los budistas, y a Cristo más que a los cristianos.
Jesús no vino aquí para fundar religión alguna, sino para despertar la dormidera colectiva que crea ídolos externos sin percatarse de quiénes verdaderamente somos -el Reino de Dios «está en vosotros mismos»-, porque el Mesías de los pobres no llegó aquí para ser adorado en una peana, sino para mostrar un camino de transformación liberadora; como tampoco vino para formar castas sacerdotales, ni organizaciones jerarquizadas, ni vino para que le imitáramos viviendo su vida sino para que viviéramos profundamente la nuestra. No fuimos, arrojados del paraíso – decía Franz Kafka- sólo por haber comido del árbol del conocimiento, sino también por no haber comido del árbol de la vida. A ver si despertamos de una puñetera vez. Ese es el sentido de la vida del Hijo del Hombre tierno y radical, Hijo del Dios (como puedes serlo tú) se hizo hombre despojado de sí mismo, Dios vaciado del poder de ser Dios, que asumió hasta la cruz la responsabilidad de ser hombre hasta el final, sabiendo perdonar la ignorancia de los que le torturan. Una ternura que es paciente y servicial, que todo lo excusa, que todo lo cree, que todo lo espera, que todo lo soporta, que no acaba nunca.
Un Dios que a la puerta de tus entrañas llama para – como dice Hugo Mújica – dejar en nuestras bocas sus palabras, en nuestras manos sus gestos y en nuestro rostro sus rasgos. Déjale nacer en ti. Pero ya mismo.

 

Música:  María Lopez-Gallego – Three Kings

 

 

El tú de mi más profundo yo

 

…Todo brotaba y fluía en todas partes,
Con vida, olor, color y ruido.
Y parecía que les gustaba unirse
De modo que todo pareciese amable.
No pude saber qué ocurría,
Ni lo que vi, como ocurrió.
Pensé expresar con cosas bellas,
Y con miles de flores.
No pude saber qué me ocurría,
Ni lo que vi, como ocurrió…
entonces: un espíritu nuevo
Despierta y todo lo llena de vida,
Y se quiere expresar con cosas bellas,
Y con miles de flores.
No pude saber qué me ocurría,
Ni lo que vi, como ocurrió…
(Novalis)
Todo el ser, en cuerpo y alma, estaba enteramente presente. Es un suceso que, por más que se repite, nunca deja por ello de ser extraño y nuevo: la mente se torna vacía, cesando todo modo de reacción y ni siquiera se es consciente del Vacío que hace manar y alimenta la vida. Hasta que uno lo resume sobre un papel escrito, en un baldío afán de describir la realidad indescriptible.
Y brota el asombro, prendido a veces del suspiro y de la lágrima, acompañado de una recóndita y profunda sensibilidad que invade toda la conciencia. No hay continuidad de ningún tipo, tan sólo una especie de espacio sin anchuras, sin costuras, sin fronteras. La belleza sin nombre, sin formas; territorio sagrado donde no cabe la palabra. Sólo ser; sólo Ser.
ESO, aparece más allá de la dicha o la desgracia. ESO, emerge donde nadie escarba: guarecido fuego que fulge en el eterno rescoldo de la Gracia, alentado por el soplo del Ser.
Somos el lugar donde el Todo puede ser hallado, los propios nervios de la Luz, su propia sombra por ella herida. El tú de mi más profundo yo.
Tú, Jesús, mi más profunda y propia nervadura.
Tan sólo cabe la atención al milagro de la respiración, y percatarse de que somos eso: soplo, aliento que busca transparentarse, narrarse, decirse. El Todo que todo lo contiene y que, Tú, Maestro de Nazareth, decidiste llamarle Padre.
Nunca hallé un amor más grande, ni más cercano; nunca hallé un motivo más grande para amar rabiosamente a mis semejantes

Rafa Redondo

 

 

Música:  Michael Stevenson – The War on Harmony