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Abre los ojos…

Mantenerse en ese plano de Realidad,
sin puntos cardinales,
saberse uno con ella,
no es un delirio
sino el paso que se da sólo,
al perder nuestra autorreferencia.
R.R.
Mi gran amigo, el poeta Vicente Gallego, que trabaja
en un basurero, escribe:
«Vine al monte para pesar basura, desperdicios. Eso me
dijeron. Y ahora me veo convertido en el escriba de los cielos,
en el amanuense del verdor. No doy con el modo de callar, no
se me deja. No sé cómo decirme lo que veo. Es tan grande este
asunto, tan rematadamente hermoso… Y sin embargo callo,
muero mientras digo, me hundo en los riachuelos del silencio,
en la palabra deslumbrada».
Vicente, está claro, deja un espacio vacío en cada palabra,
en cada poema. Cuando eso ocurre llega un momento en
que uno siente que todo ya le sobra, porque ya nada le falta. Que
además de respirar es respirado. Cuando Eso llega, es porque
previamente uno se ha transmutado en hueco para así facilitar
que lo Otro le habite, se deje engendrar y dar a luz por Él. Y
Eso no tiene otro remedio ni afán que el de manifestarse. Para
ello no es preciso retirarse a convento alguno, ni a templo,
monasterio o asrham de la India. Basta y sobra –ya lo ven– el
humilde estercolero de Vicente.
Sí, por favor recógete, coloca las manos en tu vientre, vívete
desde la más profunda célula, embriágate en la música
que suena en tus arterias, que todo ello es compatible en tus
noches sin techo o, cuando al amanecer, como le ocurrió a un
indigente al que acompañé, la policía te arrebata la manta con
tus pertenencias y, como a él, te expulsa hacia los extrarradios
de la ciudad, para que no la manches y tu presencia no moleste.
Pero sábete que te habita la limpieza, porque tú eres la
Limpieza. Y el Jesús de los proscritos nos abrió las pupilas al mostrarnos las de los ninguneados.
Abre los ojos en la raíz del huracán. Puedes ver,
podemos ver, nos ayudaremos a ver hombro con hombro. La
verdadera poesía, lo hemos visto en Vicente Gallego, puede
florecer en un estercolero.
Lo hace cada amanecer, abre los ojos.
R.R.

 

Múisca:  Alegria del Cirque du Soleil

 

Ser Nada…Ser Nadie…

 

El ser humano alberga en su corazón escenarios que ignoraba hasta que el dolor penetra en ellos. Y no es cuestión de religión, ni asunto de opinión, sino de apertura al Gran Misterio.
Ser Nada, Nadie.
El yo que me permito
ahora está ausente.
Eres, Silencio, ausencia de gurús, de creencias, de dogmas y de religiones.
Te vivo, Gran Silencio, al quedarme sin nada, al no ambicionar nada, al no ser nadie.
Sólo así te percibo y siento, misterioso Dios, viento de Ruhá, que soplas donde quieres.
Te doy gracias porque nos mostraras tanta vida cuando la Vida nos manda callar.
Callo.
R.R.

 

Múisca:  Adiemus – Adiemus

hice mía tu soledad…

Dije aquí hace muy poco que «hice mía tu soledad, mío también tu grito de abandono, que caló mis huesos…». Y añadí que ví una vez más que la ausencia, al vivirla tan dolorosamente hosca, se convierte en inequívoca señal de tu mayor presencia.
Podré quizá sentirme sólo al no pertenecer a creencia o religión alguna, mas ello no me impide que, mediante la práctica del Silencio lo inaudito vibre en mi interior y me abra a su escucha. Misterio que se abre paso día a día en nuestra más profunda vena: “ Tú, sangre de mi sangre, carne de mi carne, huesos de mis huesos, aliento de mi aliento…”

 

 

R.R.

 

Música:  The tea Party – In this time