Tú, mi más profunda y propia nervadura

Todo el ser, en cuerpo y alma, estaba enteramente presente. Es un suceso que, por más que se repite, nunca deja por ello de ser extraño y nuevo: la mente se torna vacía, cesando todo modo de reacción y ni siquiera se es consciente del Vacío que invita a la Vida a manar y alimentar el existir. Hasta que uno lo resume sobre un papel escrito, en un valdío afán de describir la realidad indescriptible…
Y brota el asombro, prendido a veces del suspiro y a veces de una lágrima, acompañados de una recóndita y profunda sensibilidad que invade toda la conciencia. La belleza sin nombre, sin formas; territorio sagrado donde no cabe la palabra. Sólo ser, sólo Ser. Sólo suceder…
ESO, aparece más allá de la dicha o la desgracia. ESO, emerge donde nadie escarba: guarecido fuego que fulge en el eterno rescoldo de la Gracia, alentado por el soplo del Silencio
.
Somos el lugar donde el Todo puede ser hallado, los propios nervios de la Luz, su propia sombra por ella herida. El tú de nuestro más profundo yo.
Tú, mi más profunda y propia nervadura.
Tan sólo cabe la atención al milagro de la respiración, y percatarse de que somos eso: soplo, aliento que busca transparentarse, narrarse, decirse. El Todo que todo lo contiene y que el Maestro de Nazareth entiendo que decidió llamarle Padre.
Después de haber sentido lo inefable en mis tejidos , nunca hallé un amor más grande, ni más cercano; nunca hallé un motivo tan inmenso para amar rabiosamente a mis semejantes.
Rafa Redondo

 

Música: Peia – Machi from four great winds

 

 

 

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