ME AMÓ, Y SE ENTREGÓ POR MÍ…

 

El primer contacto con la experiencia del Ser, no supone una transformación sin más. Para poder hablar realmente de transformación en otra dimensión, es preciso – y me lo digo a mí sobre todo- tener el valor de atender constantemente al sacrificio de la forma, morir y renovarse en cada instante. Ver, y seguidamente destruir lo caduco, para des-cubrir lo esencial que emerge renovado en cada momento.

 

Rafa Redondo

 

Ser Nadie es respirar todos los vientos,
todas las tempestades;
ser Nadie, es sentir por todos los sentidos;
ser Nadie es vivir la libertad,
que me abre al mundo en esta aurora
al arte de vivir serenamente a la intemperie,
siendo intemperie.
Aceptando el fulgor y la tiniebla que acompañan mi andadura.
Ser Nadie es vibrar con todas las posibles oraciones
que des-cubren el sentido de todas las posibles religiones,
siendo persona con todas la personas.
Y amarte a ti en mí,
como te estoy amando ahora
sintiendo el gran latido de tu abrazo
en este aquí, en este ahora…
Ser Nada Nadie…
¿Por qué hago inalcanzable
lo que sencillamente soy.
Rafa Redondo

 

Música: Trio Mandili – Psalm 50

 

 

 

«Morir cada día»

“Morir cada día -decía Krishnarnurti- a todas las cosas que hemos adquirido, a todo el conocimiento, a todos los recuerdos, a todas las luchas-, no traspasarlas al día siguiente…en eso hay belleza; aun cuando haya un final, existe renovación».
La, vida, pródiga e incesante en su propia esencia, es la antípoda de la rutina. Consecuente con ella misma, ella misma es la sorpresa, el inagotable renacimiento, la novedad congénita. Transformarla en una rutinaria costumbre sería como un acta de defunción anticipada; pues nadie, salvo quien quiera su propio acabamiento, puede vendarse los ojos ante lo nuevo que en cada momento trae la vida.
Lo que más acerca a un individuo hacia la dicha es cuando se permite fluir y afectar por la Vida, sin someterse a responder dócilmente a preconcebidos esquemas de conducta, por muy respetables y sagrados que aparenten ser.
Rafa Redondo

 

Música:  Natalia Lafourcade – María La Curandera

Cúrate mijita el dolor con nuestra luz del sol y los rayos de la luna
Cúrate mijita el dolor con el sonido del río, la cascada y la espuma
Con el vaivén del mar que va y viene deja que te agarre
Con el vaivén del mar que va y viene deja que te ame
Cúrate mi niña con las hojas de la menta y la hierba buena
Ponle amor al té en lugar de azúcar toma y mira las estrellas.

Cúrate mijita el dolor con nuestra luz del sol y los rayos de la luna
Cúrate mijita con los besos que te sopla el viento
los abrazos de lluvia
Con el vaivén del mar que va y viene deja que te agarre
Con el vaivén del mar que va y viene deja que te ame
Cúrate mi niña con amor del más bonito
Enciende el fuego, entrega tus dolores
Que se vuelvan polvo y vengan nuevas flores.

Que se vuelvan polvo, que se vuelvan polvo todos los dolores
Que los queme el fuego, que los queme el fuego y vengan nuevas flores
Que se vuelvan polvo, que se vuelvan polvo todos los dolores
Que los queme el fuego, que los queme el fuego y vengan nuevas flores.

Cúrate mijita el dolor con el calor del sol y el frío de la luna
Endulza la mañana con aroma de lavanda, romero, eucalipto
y que venga la calma
Con el vaivén del mar que va y viene deja que te agarre
Con el vaivén del mar que va y viene deja que te ame
Cúrate mijita con amor del más bonito, haga caso a la intuición

Mire el mundo entero con el ojo aquel que lleva usté en la frente.
Cúrate mi niña con amor del más bonito
Y recuerda siempre que tú eres la medicina
Cúrate mi niña con amor del más bonito
Y recuerda siempre que tú eres la medicina.

Que se vuelvan polvo, que se vuelvan polvo todos los dolores
Que los queme el fuego, que los queme el fuego y vengan nuevas flores
Que se vuelvan polvo, que se vuelvan polvo todos los dolores
Que los queme el fuego, que los queme el fuego y vengan nuevas flores.

El Misterio que somos

 

Constatar en silencio
los motivos reales que nos sobran
para hacer asombrosa la existencia…
Dicen que hemos perdido la esperanza, pero el Misterio que somos se asoma en mis latidos, para anunciar que aún queda, te queda, nos queda, la posibilidad de asombrarnos como niños.
Desapropiado de mí, más nítida se me hace tu Presencia: desnudo, limitado en la humildad de ser lo ilimitado, Abbá; donde la lejanía, extinguiendo sus distancias y creencias solamente sabe de certezas..
Creemos vivir sin haber aún nacido. Podrá, quizá, Abbá entrañable, la enfermedad frenar mis brazos, dedos, lentificar mi caminar…Mas no mi gratitud ante la Fuerza del Gran Amor que fluye de ese tu manantial, que me anima y me conforta.
Rafa Redondo

Música:  Danit – Tierra

 

 

 

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