Nacimos para transparentar

Nacimos para donar lo que en cada momento nos está siendo dado, Aquello que, como don, nos habita.
Dürckheim hablaba de “transparentar el Ser”, los cristianos, de “evangelizar”. Pensado bien qué bulle en el significado del fondo sin nombre que suena en esos verbos, todos enuncian una buena noticia para el ser humano: “oye, mira, tú también eres amado hasta el extremo”. Te digo más: cuando lo digas o lo anuncies, obsérvate si lo sientes de verdad, si tú eres lo que dices. Que quien “escuche la voz de tus ojos” caiga en la cuenta de que cuando hablas lo haces desde ti, no desde lo aprendido; que quien “escuche la voz de tus manos” y el lenguaje de tu cuerpo, sienta y descubra (des-cubra) que hay en él algo de salvación y de liberación, algo más noble y grande de lo que él pensaba, una nueva conciencia de sí mismo, tan vasta y profunda como el Cosmos. Y encontrará la paz.
Aquella persona que, fundida en el Ser, realiza en cada instante su camino, es penetrada por una nueva forma de conciencia que nada tiene que ver con la mente habitual ni con el pensamiento cotidiano; una forma de conciencia que no queda limitada al ejercicio meditativo, sino que alcanza a ser un estado constante, nuestra naturaleza real no programada, permanente, donde el ser humano abandona las viejas formas que aprendió desde pequeño. Su expresión se ha hecho transparente al Ser que le habita y su mente y su cuerpo han quedado para siempre transformados.
Desde esa apertura al todo, al otro, el ser humano es un indiscutible foco de esperanza y de sentido para un mundo desesperanzado y sin sentido.
R.R.

Música:  Ara Dinkjian – The Invisible Lover

 

 

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