¡En tus manos encomiendo mi espíritu!

Tu Espíritu, Jesús, dicen que llega sin notarse. Pero no es ese mi caso; te lo digo agradecido. Tú me llegas a lo más hondo, a mi vena más profunda; y no es preciso dar órdenes a mi cuerpo para que se mueva y conmueva ante tu Presencia Activa en él. Como tampoco es necesario pensar en el viento de tu Soplo para que te filtres hasta el último rincón de mis pulmones.
Dijiste en tu Evangelio, Jesús, que la semilla que sembró el sembrador crece sola de la noche a la mañana sin la necesidad de recibir ninguna orden del sembrador, quien sólo debe limitarse a dejar que Dios sea Dios depositando en él su confianza. Permaneciendo a la espera. Como tampoco es necesario vigilar el crecimiento de un humilde grano hasta transformarse con el tiempo en un árbol frondoso que dé cobijo y sombra a las aves del cielo que en él se posan. Sólo es necesario tu Aliento para que crezcan.
El hecho de pararme a contemplar la tierra, la humilde tierra, me basta para despertar a la fuerza de tu inteligente bondad, mi querido Maestro.
Tú, Fuente de Vida, que te derramas sobre toda carne, Tú, que sin excepción alguna vivificas a todo ser viviente, Tú, Pastor de silbos amorosos, tan presente en mis silencios…
Ser consciente de tu Presencia es eliminar todo vestigio de muerte. Sé de quién me he fiado, por eso, haciendo mío tu último grito en la Cruz, clamo contigo:
¡En tus manos encomiendo mi espíritu!
Rafa Redondo

Música:  Love Theme – Vangelis

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