El tú de mi más profundo yo

Tan sólo el poema, esa voz tan poco frecuente, a veces sirva para expresar el tacto de lo Único; voz quizá oscura, tan escondida, tan silenciosa, tan respirada, tan verdadera y tan callada….
…Todo brotaba y fluía en todas partes,
Con vida, olor, color y ruido.
Y parecía que les gustaba unirse
De modo que todo pareciese amable.
No pude saber qué ocurría,
Ni lo que vi, como ocurrió.
Pensé entonces: un espíritu nuevo
Despierta y todo lo llena de vida,
Y se quiere expresar con cosas bellas,
Y con miles de flores.
No pude saber qué me ocurría,
Ni lo que vi, como ocurrió…
(Novalis)
Todo el ser, en cuerpo y alma, estaba enteramente presente. Es un suceso que, por más que se repite, nunca deja por ello de ser extraño y nuevo: la mente se torna vacía, cesando todo modo de reacción y ni siquiera se es consciente del Vacío que hace manar y alimentar la vida. Hasta que uno lo resume sobre un papel escrito, en un baldío afán de describir la realidad indescriptible.
Y brota el asombro, prendido a veces del suspiro y de la lágrima, acompañado de una recóndita y profunda sensibilidad que invade toda la conciencia. No hay continuidad de ningún tipo, tan sólo una especie de espacio sin anchuras, sin costuras, sin fronteras. La belleza sin nombre, sin formas; territorio sagrado donde no cabe la palabra. Sólo ser; sólo Ser.
ESO, aparece más allá de la dicha o la desgracia. ESO, emerge donde nadie escarba: guarecido fuego que fulge en el eterno rescoldo de la Gracia, alentado por el soplo del Ser.
Somos el lugar donde el Todo puede ser hallado, los propios nervios de la Luz, su propia sombra por ella herida. El tú de mi más profundo yo.
Tú, mi más profunda y propia nervadura.
Tan sólo cabe la atención al milagro de la respiración, y percatarse de que somos eso: soplo, aliento que busca transparentarse, narrarse, decirse. El Todo que todo lo contiene y que el Maestro de Nazareth decidió llamarle Padre.
Nunca hallé un amor más grande, ni más cercano; nunca hallé un motivo más grande para amar rabiosamente a mis semejantes.

 

Rafa Redondo

 

 

Música:  Debussy – Arabesque

 

 

 

Deja un comentario