Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos, y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. No sea así entre vosotros. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor, y el que manda como el que sirve. Porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como uno que sirve. (Lc, 22,25-27).

Inauguraste aquí una forma de poder que supone una manera nueva de vivir en común: tu compasivo aliento impulsando un nuevo mundo más fraternal, que excluye toda dominación en su seno. En él todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre.

Sí, un nuevo programa de vida como servicio a los hermanos más débiles y humildes, donde tienen cabida las mujeres y los niños, excluidos hasta que arribó a nuestra orilla tu Hijo, el Pescador de Galilea.

Nadie se acercó al dolor humano

con tanta compasión, tanta ternura

y fuerza seductora. Ni el paso del tiempo

pudo amortiguar el eco de esperanza de su verbo.

Nos amó…hasta el extremo.

Pero hombre y mujer fueron creados por ti a tu imagen y semejanza, para vivir juntos tu ternura, compartirla y prodigarla en la tierra.

Detrás de cada palabra de tu Hijo está latiendo esa Presencia inmediata de ti, querido Abbá, como Soplo que se ofrece, como invitación a la libertad. porque todos tus hijos e hijas vinieron al mundo para ejercer y desplegar la libertad del Ser,y la fuerza silenciosa de tu Espíritu.

Un mundo nuevo nos llega del soplo de tu mano. Un mundo que amenaza ruina. Y sin dilación habrá que reconstruirlo desde los cimientos.