Abandono a “lo que venga»…

Experimentar el Vacío, no es caer la desesperación, ni el sufrimiento, aunque estos no estén ausentes en el camino, porque somos expresión de una Realidad primera que en nuestro cuerpo estamos llamados a transparentar. Pero tenemos pánico a la extinción; nos aferramos a lo conocido, y nuestro cuerpo, como una lapa, se aferra también a la memoria adquirida insertada en sus tejidos; se apega a las convicciones almacenadas desde la niñez, a las experiencias protectoras, a la fijación a nuestra madre, a la tierra, a la patria, y a todas las construcciones que han edificado el personaje que llamamos yo…
Pero sé, y, por cierto, lo sé muy bien, que el miedo a la extinción del yo es la última frontera que me impide experimentar quién soy de verdad, que impide la experiencia del Ser, porque sé muy bien que es en la disolución donde precisamente esa frontera se franquea. En el abandono a “lo que venga”, empleando todo el valor que ello comporta, se abre la limitación del falso yo. Sí, cuando la estructura de mi personaje se disuelve, o desaparece, con ella desaparece el miedo. La Salud total estriba en la liberación del causante de la angustia: el ego. Y eso es una GRAN experiencia, determinante experiencia…
Lo que llamamos yo es un simple envoltorio aterrado, sin existencia permanente. Cuando uno aprende a morir en vida, ya no morirá más, y eso es verdad, una verdad tan sólo revelada a quien vive el eterno presente, aquí, ahora, que es la eternidad. “La muerte –me dijo mi maestro Willigis Jäger- es la apertura de nuestra conciencia personal hacia un conocimiento extenso de la naturaleza verdadera que podemos llamar divina o Vacío, o lo numinoso. Entramos en la no-dualidad…”
Entramos en una experiencia más amplia. En un amor, que, si es auténtico, no caben despedidas ni rupturas. La Unidad nos habita en lo eterno. Somos el océano, no la ola. Y esa experiencia está más allá del amor y de la muerte. En esa realidad vivimos, nos movemos y somos.
Marcharse, sin dejar, apenas, huella.
Y dejarse borrar del tiempo, como
la lluvia va borrando, (sin asomo
de piedad) en el viejo muro, aquella
estrofa escrita a mano, …y quizá bella….
Escaparse del mapa no sé cómo…
desnudo de equipaje… Y nada tomo:
como nací, me voy no sé a qué estrella.
Que es hora ya de des-nombrar mi nombre,
y de des-bautizar lo bautizado,
abandonando el rastro de mi historia
tan breve y tan fugaz como ser hombre.
Este soneto es ya una Ausencia. Acabo:
un verso entre el verdín de la memoria

 

Rafa Redondo

 

 

Múisca: Debussy Arabesque – Maria Joao Pires

 

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