…No hay noche que no albergue luz…

No hay noche que no albergue luz en su honda umbría, pero aunque esté oculta, por siempre se hallará preñada de alba.
Ví claro que tu ausencia, oh, Luz, es el cebo, el imán, de esa Presencia alegre, que el cuerpo anima, extingue el tiempo, liquida las nostalgias. Aunque, por todo ello, tan bueno es permanecer en la Presencia como permanecer en el silencio de la Ausencia, su antesala.
Mis ojos, abiertos como platos, se aprestan al insomnio que no es sino celebración
R.R.
Desde mi experiencia personal, la práctica del Zen, supone una acusada pasión por la verdad, y si es verdadera, aboca a la destrucción de la seguridad adquirida en el llamado sentido común. Por eso es revolucionaria; ahí radica la dureza –y la belleza- encerrada en el potencial de cambio del silencioso Za-Zen, ya que la atención plena, si verdaderamente persigue la liberación, exige muerte plena, destrucción plena, transformación plena. No llegará la paz sin previa acta de defunción del personaje (fíjense bien: personaje, no persona).
Allí donde la luz no alumbra, alumbra la sombra. La meditación verdadera, si de verdad se ejerce y vive, resulta ser un peligro para quien, atrincherado en su nivel social, lleva una vida adaptada a lo que hay, dando la espalda a lo que es. Lo que equivale a cegar la ventana del ojo, y será inmensa la oscuridad por donde mire.
R.R.
 Música:  Darklight -David Spillane

 

 

 

Deja un comentario