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Preguntas absurdas de días absurdos

Ayer al acostarme puse, como todos los días desde hace años, el despertador para que sonara a las 5 de la mañana.

Al sonar, a diferencia de otros días, la noche era mas noche, mas oscura que nunca… no me he levantado.

No habia ninguna «causa mayor» detrás del sonar del despertador, hoy sólo era ruido… no habia ningun trabajo al que ir, ningún dios que me levantara, ningún equipo al que animar, ninguna familia por la que luchar.

He salido a pasear a media mañana, sin ningún sitio al que ir, nadie que me esperara en ningún lado, ni una hora a la que llegar y no sabia caminar… ¿acaso necesitan mis pies un sitio al que ir para caminar? ¿Necesita el camino una Seguir leyendo Preguntas absurdas de días absurdos

Entrevista a Vicente Gallego, poeta, en «Forum» de ETB

La poesía es siempre la que elige al poeta

Durante la entrevista mantenida con Begoña Zubieta el 15 de febrero de 2012, el poeta habla de la relación que une la poesía con la meditación.

Hueco Camino

Pensar, ainda assim, é agir.

So no devaneio absoluto,

onde nada de activo intervén,

onde por fim até a nossa consciencia de nos mesmos se atola num lado

–so aí, nesse mono e húmido nao ser,

a abdicaçáo de acçao completamente se atinge.

Nao querer comprender,

nao analizar…

Ver-se como a natureza;

olhiar para as suas impressoes como para um campo –

a sabedoria é isto”.

Bernardo Soares (Livro do desassossego)

NIEVA

LO EXTRAORDINARIO PRESENTE EN LO ORDINARIO

Despojado de todo lo nombrable, desasido de cualquier instante alguno. Mancillado por las llagas cuyo rostro son, en plural, el sufrimiento, único, de los seres que van apareciendo en el camino.

A veces cansado, muy cansado, uno se para y mira lejos, a penas atisbando más allá de la invernal cascada que el llanto seco deja en el sendero.

La ciudad se siente salvaje, como fiera acorralada intentando no tanto imponer su criterio cuanto no dejarse atravesar por el dolor ajeno. Pero su naturaleza sabe que por el camino por donde se transita, paso a paso, adentrándose con la vana esperanza de ahuyentar la incertidumbre de la duda, no hay remedio que no pueda conciliarse con lo inevitable. El abismo está ahí. No hay que saltar. No hay que huir. Simplemente hay que dar un paso y ser abismo. Despojarse de todo ropaje. Abandonar el nombre incrustado en la piel arrugada. Desasirse de todo recuerdo y abandonar la compañía de la mochila cada vez más hueca. Hueca del tiempo que ya no es tiempo.

Ser, siendo en cada instante, como la cascada escondida, transparente ante la mirada del niño, flujo de vida sobre el precipicio por donde la luz penetra para mostrar las sombras ocultas.

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