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Meditación para un verano

Circular veraniega

No se aparta la luz de quien no huye de las sombras…

(¡Cuánto se puede ver al no ver nada…!)

Ver fluir los instantes

como fluye el alba tras la noche.

Saber resistir el estallido de la umbría en plena luz

captando, y, si es posible, celebrando, la fluencia del Ser

en la entrelínea de las luces y las sombras.

Cuando el maestro interior toma las riendas de la existencia, se ve forzado el hombre a dejar toda posesión y posición logradas. Llegado a una determinada frontera, se plantea –y no sin sufrimiento- la disyuntiva de adaptarse al entorno o saltar al vacío. Este salto comprende a la vez la destrucción total y una nueva vida. Cuando el hombre tiene el valor de dar tal salto, desaparecen la disyuntiva y las fronteras. Todo es uno, Uno.

El primer contacto con la experiencia del Ser, no supone una transformación sin más. Para poder hablar realmente de transformación en otra dimensión, es preciso tener el valor de atender constantemente al sacrificio de la forma, morir y renovarse en cada instante. Ver, y seguidamente destruir lo caduco, para des-cubrir lo esencial que emerge renovado en cada momento.

La metanoia que aquí nos interesa – dice Dürckheim- pasa por la ruptura y destrucción de Seguir leyendo Meditación para un verano

Paisaje inmóvil

El alba, hipnotizada de silencio,
despierta en su grandeza iluminada.
Como si la Naturaleza, inmóvil,
se dejara habitar por lo indecible.

El fresco corazón de la Materia,
palpita en cada forma estremecida.
Ya, grávida, la tierra, va extendiendo
los pliegues de sus alas incendiadas.

Estallan las primeras claridades
y de sus hondos senos, como un ascua,
se alza la meseta amanecida.

Corre, embriagado, el aire por los trigos,
y abrazando los mares de amapolas,
se eleva a las raíces de la altura.

Tormenta

El Cielo espira en bocanadas de agua.

Centelleando y cantando hunde sus raíces en la Tierra.

Es tan generoso y potente que intimida.

La Tierra, agradecida, abre sus poros e inspira, llenando a rebosar sus pulmones.