Vaciarse de «Zen»

Un monje, y próximo sucesor de su maestro, preguntó a éste en el lecho de muerte:

-”Maestro, existe alguna enseñanza más que yo deba aprender de ti?”

-“No, respondió el maestro- me hallo plenamente satisfecho; sin embargo hay algo en ti que me preocupa bastante”.

-“¿A qué te refieres, Maestro? Dímelo por favor, para que de ese modo pueda yo corregirme”.

-“¿Sabes qué es lo que me preocupa de ti? –dijo el maestro-: me preocupa que sigas apestando a Zen-“

Ensō

La esencia del Zen -seré reiterativo- no tiene nombre, sobrepasa el mismo Zen, incluido su nombre. Cuando uno ha experimentado lo innombrable no puede adherirse a nada ni a nadie, porque nada y nadie -ni siquiera el desprenderse total, o el Vacío- pueden dar cuenta de ESO. Adherirse a las creencias y adherirse al Vacío, en tanto que adherencia, supone el mismo mal. La misma Nada, en su plenitud, rehúsa a ser venerada como objeto de adhesión. Y no hay palabras para poder explicar lo inexplicable. Será preciso, incluso renunciar al propio Zen. El desapego, cuando lo es, es total, incluido el deseo de perfección, que se queda vacío, y suprimidos tanto el individuo como su situación. Una experiencia de absoluta negación, donde sujeto y objeto se dejan diluir en la nada; tal es la más genuina expresión del Zen, que incluye su propia negación. La negación como un Seguir leyendo Vaciarse de «Zen»

El Zen de la ternura

Sesshin con Rafa Redondo y Pedro Vidal.

Berriz. Noviembre 2013.

Tratar de escribir lo vivido en este Sesshin es como preguntarle al viento qué es lo que ha hecho el fin de semana: te soplaría en la cara, como toda respuesta. Y así me veo a la hora de tratar de contar lo que sea que haya sido.

Dos gigantes de metro setenta han parado a descansar a la vez en el Barnezabal de Berriz, fonda privilegiada del Camino. Dos gigantes, sí, porque cuando alguien se vuelve transparente, se hace montaña, se hace océano, se hace pradera, se hace viento, se hace infinito. Y al transparentarse, te permite ver a su través, y aunque no sepas expresarlo, tu alma reconoce la transparencia, y en ella se regocija. Y lo festeja. Con licor de lágrimas o licor de risa. ¿Qué más da?. Un brindis es un brindis.

Así que ahí va mi copa levantada. ¡Salud!:

Madrugada de primeros de noviembre. Desde el mismo centro de la Tierra entra en mi vientre el soplo de la Gran Madre, acariciando las heridas, esas viejas conocidas a las que gusta disfrazarse de puerta cerrada. A fuerza de empujar hacia abajo, les han ido volando los  ropajes apolillados, hasta mostrarlas como son, costras sobre la piel trémula de un pequeño asustado, enrojecida por los torpes bastonazos del guardián que, en la oscuridad de la noche, venía confundiendo al niño perdido con un malhechor. Y ya desnudo y a la vista el pequeño, con sus heridas al aire, comienza su piel a brillar con el primer albor del amanecer, y las ventanas del pueblo comienzan a abrirse. Y no una, sino todas las madres, se dan cuenta de lo que pasa, y de todas partes salen como una sola  a sostenerle en sus brazos. El cálido aliento de todas a una, acoge a la criatura en su seno y lo va meciendo, explicándole en mil ininteligibles lenguas que siempre Seguir leyendo El Zen de la ternura

Carta abierta a Emilio Botín

Emilio Botín insiste en la Universidad de Harvard: «España está en un momento magnífico». (Diario Público digital)

Esta escalofriante afirmación revela el brutal desprecio que profesa ante los pobres este pobre ser humano: una suerte de pauperofobia propia de quien, atrapado en el torreón del dinero, se torna incapaz de ver el sufrimiento que genera el modelo de ser y de vivir en el que fue educado desde niño. Nunca la insolidaridad del capital fue tan provocativa.

Tienes miedo, Emilio Botín. Y demuestras tenerlo en la misma medida en que lo provocas; miedo al necesitado, angustia ante su rebelión, terror ante lo que huele a sindicalismo, inseguridad galopante ante todo lo que no seas tú. Pero tus acólitos, directivos y ejecutivos viven para hacer rentable el miedo; para eso les pagas y ellos mansamente te obedecen. Porque el miedo, Emilio, forma parte de tu patrimonio armamentístico, es rentable: nombra jueces, obispos, ministros y presidentes de gobierno, controla periódicos, gobierna parlamentos y cadenas televisivas. El miedo, lo sabes bien, cotiza en bolsa. Aunque tu pavor más grande -y creo tu conciencia lo ignora- es el terror que padeces ante ti mismo. Algo existe en ti que no soportas. Por ello ves el mundo desde la orgullosa atalaya que enmascara tu vieja cobardía y desfigura la realidad que temes ver. Te has fabricado una colosal trinchera que, qué paradoja, a ningún enemigo de hondura tiene enfrente: quienes te reprueban no te temen. Saben que tu poder es Seguir leyendo Carta abierta a Emilio Botín

Meditación Bilbao