Feliz Navidad

No, nada tiene que ver la Navidad con una determinada época, ni es asunto único de una única noche y un día determinados; además quienes desde su desnudez bautizaron esa noche como la Noche Buena, yo presumo que se debió a que previamente habían cargado sus espaldas con muchas noches malas.

Pero lo cierto es que si bien sabe mirar, el ser humano puede acceder a la experiencia de que todas las noches siempre son buenas; que siempre es Navidad, que todas las noches son noches de boda, que todas sus lunas son lunas de miel… Una experiencia que con más facilidad accede quien desde su estrechez sabe saborear la anchura. Por eso discrepo de la gran Teresa de Ávila cuando compara nuestra existencia con «una mala noche en una mala posada».

Gran parte de nuestra sociedad, desorientada, celebra la Navidad con turrón, champán, bombillas, fuegos artificiales y serpentinas multicolores. Con una paz, en la mayor parte de los casos, bulímica, y alcoholizada, conmemora el obligatorio rito de sentirse feliz durante una semana, cultivando la elegancia social de la felicitación, el detalle del regalo, el ritual de las visitas. Una semana de felicidad programada, aunque durante ella, año tras año, tal sociedad -más por trivialidad que por mala fe- pierde una bella ocasión para poderse enterar de la real inmensidad del símbolo de ese acontecimiento que dice celebrar: el nacimiento de un hombre revolucionario cuya conducta fue todo un lenguaje de desprendimiento del yo; un hombre que amplió el horizonte de la Humanidad hacia esferas infinitamente más generosas que los lazos familiares, grupales, partidistas, sociales y nacionales. Y que, a través de un elegido desasimiento de lo superficial, murió como vivió, mostrando que, para quien vive así, la muerte no existe.

Navidad puede celebrarse en cada instante, pues en cada instante uno puede asir lo inexpresable, oler lo inaudible, expresar lo inasible en los recodos donde, a condición de estar atentos, pulsamos el empuje de la Gran Vida, que se deja gustar y oír; ver, palpar, hacerse transparente. El humano sentir como expresión de lo invisible en el corazón del Universo.

nebulosa de la helice

Cuando des-nombramos o des-bautizamos “lo que hay” para nombrar «lo que Es», todo se hace prodigio, y promesa, de una Presencia que penetra nuestros más hondos capilares. Esa es la Buena Nueva. Así lo vivió el Maestro Hakuin desde su choza asíatica de bambú, y así, tan desasido de sí, aquel desnudo niño que vistió de gozo al mundo desde la choza de Belén.

Navidad no es una alucinación ni una suerte de delirio, sino más bien un dejarse hablar, tocar, por esa Buena Nueva; déjala manifestarse como luz y noche, como espíritu y cuerpo, haciendo del existir un cuenco vacío que recoge el torrente de agua viva. Cuenco Nadie, que por ser vacío nada ni nadie puede disolver ni arrebatar. Cuenco Nada en que, confiada, se guarece la eternidad. Recoveco materno silencioso, donde todo ruido calla, se aplaca todo vértigo, y camino y caminante alcanzan la Otra Orilla.

FELIZ NAVIDAD

Un pensamiento en “Feliz Navidad”

  1. Ante esas intrincadas y desafiantes reflexiones, y la cercanía de la presencia con que percibo que las transmites, y dada mi dificultad en encontrar las palabras adecuadas para transmitir mis pensamientos (pobre yo y escaso en ellas, que no en sentimiento), solo se me ocurre ayudarme de palabras ajenas (que a modo de muletas), quisiera unirlas en agradecimiento de amistad, a la claridad de este poema de José María Moliner que dedica a San Juan de la Cruz, y que dice:

    » Compañero del alma, compañero,
    que bien se va a tu lado
    por los caminos de flores esmaltados,
    oliendo a tomillo y a romero.
    La noche se hace claro día,
    y tus palabras, como alondras,
    vuelan conformando melodías,
    disipando con sus alas a las sombras.
    Cuando esta vida acabe,
    cuando llegue a su puerto,
    descansará mi vieja nave
    y mi alma animará a otro cuerpo.
    entonces gustaremos del mosto deseado,
    y desvelados, nos veremos, ya sin velos,
    y gozaremos de la hermosura del Amado,
    y nuestro caminar se habrá trocado en vuelo».

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