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La fragilidad silenciosa de un niño

Tú, Espíritu inasible,
que, al carecer de nombre y rostro,
optaste por hacer visible tu semblante
en cada rasgo y rostro humano…
Que tu cincel, Abbá entrañable,
esculpa nuestra faz
hasta poder transparentarte.
R.R.
Elegiste la fragilidad silenciosa de un niño desnudo poniéndola al resguardo de una mujer. Su palacio, un pesebre. Murió también desnudo. La elección de un hombre libre…
Desde el pedestal de la soledad, en vísperas del Gólgota, tu Hijo afirmó “creedme, yo he vencido al mundo”. Ello me anima en las horas oscuras de mí fragilidad,
«Maestro» le llamaron. Pero la credencial como maestro de tu Hijo no se fundamentó en el certificado o reconocimiento escrito de un gurú o alguien parecido, sino que su sostén fue la potente experiencia amorosa de tu ser materno al que llamó Abbá. Ni cimentó su fortaleza en institución o cargo externo alguno, sino en el Fondo Amoroso de esa Fuente de Vida, esa presencia activa que le nutría en cada instante. Tal era su desnuda credencial: facilitar a los demás esa misma posibilidad liberadora de acceso a la Gran Fuente que él mismo había des-cubierto. “No os dejéis llamar maestros ni rabinos”, solo ese maternal Padre lo es.
Tu hijo Jesús, escuchaba atento, y esa escucha atenta fue y sigue siendo la respuesta de unos seguidores a los que dejó solos para que en su soledad despertaran al susurro que mana del Espíritu de Vida que en todo ser creado habita. Su Ley era el Amor que emanaba de ti, el que hace al ser humano hijo de Dios unificado en ti, Abbá entrañable..
Por esa razón su mensaje es, mejor que nadie, comprendido por los pequeños, los marginados, los pecadores, los enfermos… que, vaciados de egocentrismo, ceden su lugar y facilitan que el rostro de lo innombrable se revele en toda la Tierra. De ahí mi oración:
Tú, Espíritu inasible del mismo Dios,
que, al carecer de nombre y rostro,
optaste por hacer visible tu semblante
en cada rasgo y rostro humano…
Ruego que tu cincel, Abbá entrañable,
esculpa mi faz
hasta poder transparentarte

 

R.R.

 

Música: Opening – Philip Glass

 

Un Amor invencible

Con párpados de plomo, tan pesados como el resto de mi cuerpo, casi vencido por el sueño, acabó el día re-leyendo textos perdidos de mi admirado Albert Camus. Y entre sus páginas me encuentro estas inspiradoras, maravillosas y alentadoras palabras que me obligo a compartir, ya que creo que todos, especialmente si nos encontramos en un mal momento, necesitamos leerlas. Dicen así:
» … En medio del odio descubrí que había, dentro de mí, un amor invencible. En medio de las lágrimas descubrí que había, dentro de mí, una sonrisa invencible. En medio del caos descubrí que había, dentro de mí, una calma invencible. Me di cuenta a pesar de todo eso… En medio del invierno descubrí que había, dentro de mí, un verano invencible. Y eso me hace feliz. Porque esto dice que no importa lo duro que el mundo empuja contra mí; en mi interior hay algo más fuerte, algo mejor, empujando de vuelta.»
Camus, a los ojos de muchos murió como un ateo. Pero el Soplo del Espíritu, que sopla donde quiere, hizo de él una referencia de honradez inestimable para toda la raza humana. Un auténtico hijo de Dios.
R.R.
Tus manos, oferentes
vacías de tanto dar,
hermano nazareno…
Tú, que sólo eres don,
no naciste Señor ni Don
como piden llamarse
los dueños y señores de la Tierra;
sólo elegiste ser Hijo del Hombre,
tan desnudo e inerme,
tan libre, tan vacío y desprendido
que nada pudo ya la muerte arrebatarte.
Hacerte Hombre, sí,
en eso consistió tu noble poderío:
“Creedme yo he vencido al mundo”
clamó tu soledad.
Esa fragilidad omnipotente,
-lo digo, nazareno, agradecido,-
es la única razón
que a algunos nos mantiene vivos.
R.R.
«Todo perece», oyes decir,
ahora que las lágrimas nublan tus ojos.
¿Por qué dirán que todo muere
cuando todo comienza y se despierta?
«¡Pon los pies en la tierra!», aúllan
los que lo saben todo.
Su tragedia es que ignoran
que nacieron con alas.
R.R.

 

 

Música: Philip Glass – Changing Opinion

 

¿Cómo no haber sentido el Todo en todos?

Ahora, que ya declina el día,
cuando asoma en el rostro de mi cuerpo
el cansancio de las horas,
te doy mi gratitud, Fuente de Vida,
por todo el recorrido de los rostros;
por todos esos ojos, para mí tan inmensos y tan nuevos,
por donde yo también miré desde la aurora;
por esas palabras hondas, que sólo desde ti,
y a tu dictado,
yo dije,
me dije
y me dijeron.
¡Cuánta eternidad, en ellas y ellos…!
¿Cómo no haber sentido el Todo en todos?
Te doy mi gratitud, Fuente de Vida.
Ahora que declina el día…
R.R.

 

Música:  David Spillane – Caoineadh cu Chulainn