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Resucitar

Resucitar es un cambio radical de conciencia, una transformación en toda regla. De arriba abajo.

Transformarse requiere gran valor. Para renacer es preciso morir, cambiar el ADN, ser otra persona con otro patrón de vida. Meditar es seguir el derrotero inverso de la sociedad, las antípodas del pensamiento habitual, el camino del guerrero. Que la valentía te anime a despertar e invitar a despertar; a transformarte e invitar a transformarse. En realidad la transformación, con toda la carga de muerte que ella implica, merece ser celebrada, porque la extinción del ego, supone la apertura al Ser, la bondad elemental, una ganancia real, digna de dicha y alegría.

Misión nuestra es hallar el sentido de

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Jesús

Lo imagino entrando en las sedes cardenalicias del Vaticano con la misma vehemencia con que barrió a los mercaderes del templo: tiaras y mitras patas arriba, cruces de oro macizo por los suelos, las purpuradas capas descolgadas de los hombros… los lustrosos zapatos rojos, las engoladas pieles de armiño por los aires: ”ciegos y guías de otros ciegos, que ni entráis ni dejáis entrar” .

No hay que olvidar que a Jesús de Nazareth lo mataron los “buenos”.

Jesús fue coherente hasta la muerte: HACÍA LO QUE DECÍA, VIVÍA Y ERA LO QUE DECÍA. Como un ser despierto, era la

Circular de Navidad: IMITAR A NADIE

Juan de la Cruz, sufrió como pocos, la llamada “NOCHE OSCURA”, pero la iluminó con su Llama de Amor Viva. Fue el sereno de esa noche, el centinela de la alborada. Escribió lo que a mi juicio es uno de los mejores poemas de amor jamás escritos:

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

Juan, supo ver en el vacío de  la ausencia el amoroso aliento de una presencia. Juan, que sabía abrirse a la escucha, supo oír en el corazón del silencio la música callada que recrea y enamora. Juan de la Cruz, en la más hosca soledad de la cárcel, percibió la tierna y cercana compañía que brota  en la soledad sonora de quien sabe re-cogerse en un eterno sentir enamorado. Esquivó audazmente a la Inquisición, y lo dejó, escrito palpitando, para nosotros.

“Eso” que llamamos Dios no habla, más bien cede la Seguir leyendo Circular de Navidad: IMITAR A NADIE