Caminar de nuevo hacia lo nuevo

Que Occidente debe descubrir su propio zen, es una necesidad perentoria no sólo demandada desde hace lustros por algunos maestros orientales, como Taisen Deshimaru, sino, sobre todo por los prestigiosos maestros occidentales, como Karl Graf Dürckheim (que cambió el nombre de “Za-Zen” por el de “sentarse en silencio” y se negó a ser reconocido como maestro), o como el maestro Willigis Jäger, que tuvo serios problemas con la Escuela Sanbo Kyodan, fundada por Yasutani Roshi, sin dejar de citar a Carlos Gustavo Jung, que declaró lo mismo ya en la década de los cincuenta. En tal sentido creo  justificable, por su interés iluminador, la cita “in extenso” del prólogo de Willigis Jäger en  mi libro “El Esplendor de la Nada” (editorial Desclée de Brouwer, 2010):

Hasta hace bien poco, el Zen era para occidente como una semilla extraña, como un especie de planta exótica que a lo largo de los últimos decenios enraizaba en nuestro suelo hallando en él un espacio reconocido y respetado por las restantes clases de plantas.

En este cambio de escenario, es inevitable que el Zen se vaya adaptando y ampliando a nuestras formas occidentales. El hecho es que el Zen ha marcado su impronta en occidente, pero también el occidente en el Zen. Se trata de una interrelación recíproca, aunque todavía en marcha, en movimiento. Sin embargo, lo esencial del Zen – el despertar de la estrechez de los

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Circular, verano 2015

Nada buscamos al hacer Za-Zen, ni siquiera la iluminación. Esta ya era antes de nuestro nacimiento. Za-Zen mismo es pura iluminación, puro despertar, puro caer en la cuenta. El árbol, desde el alba del mundo, sabe hacer Za-Zen.  Para conocer esta verdad no es preciso ser maestro sino discípulo del Silencio, ni es asunto de técnicas, sino de sencilla disposición a dejarse engendrar.

Todo  nos ha sido dado y sigue dando sin que nosotros tengamos que hacer mérito para adquirirlo. El azul celeste, la vía láctea, las estrellas, la luz, el viento y la naturaleza toda. No tenemos que hacer nada sino observar en silencio. Todo es pura gratuidad.

Za-Zen es des-aparecer en el aliento de la Vida, paso a paso; en la quietud eterna del corazón del Ser; latido a latido, respiración a respiración, Perdiéndose en Lo que ES, sin apenas dejar rastro. No es un medio, es iluminación, caer en la cuenta;  es latir en los propios latidos de esa secreta dádiva que, suave y quedamente, nos envuelve. Zen es dejarse caminar, pastorear, llevar, dejarse Seguir leyendo Circular, verano 2015

Cuando somos

Dicen del mar que contiene todos los elementos de la tabla periódica.

Si realizamos un paralelismo entre el mar y el transcurrir de la Vida, con sus corrientes y todos sus elementos múltiples y diferenciados, podríamos decir que el ser humano es como un grano de sal en el mar de la vida que en sí lleva la Tabla Periódica del Universo entero, la sabiduría profunda y la plenitud de lo inefable.

Pero esos seres que somos cada uno de nosotros, nos hemos encarnado en panoramas y realidades diferentes: familias, culturas, países, continentes, época… que nos ha otorgado un resumen de información condicionada por el propio contexto de pertenencia y herencia.

Descubrir, tomar conciencia y sentir esa realidad de origen único y compartido en la indivisibilidad, en donde todos los seres sensibles e inertes somos múltiples manifestaciones de lo Uno, parece ser el camino espiritual.

El sentido último de las palabras es la descripción de la experiencia sentida, pero éstas nunca llegan a alcanzar, ni siquiera rozar, la auténtica profundidad de lo vivido.

En la experiencia personal de la llamada práctica “espiritual” –más bien vivir desde la conciencia de ser plenamente humana-, en el inicio de la práctica del zen, aunque se explicita que la práctica meditativa es “la muerte en el cojín” sin meta que alcanzar, anidaba una Seguir leyendo Cuando somos

Meditación Bilbao