La Vida bulle dentro de mí, mientras yo estoy fuera, y por fuera la busco. Pero la tengo tan cerca, tan cerca, que forma parte de mi metabolismo. Y se deja sentir como el milagro del palpitar, como el prodigio de la respiración, ese subir y bajar que en mí fluye sin que yo intervenga. De mi depende que ponga atención a ese cercano portalón hacia la Vida que la misma Vida en mi cuerpo, templo del Espíritu, ha instaurado, facilitando de ese modo que yo tenga acceso a lo No Manifestado.
Ponte –exclama Eckhart Tolle- en contacto con el campo energético interno del cuerpo interno, permanece intensamente presente, desidentifícate de la mente, ríndete a lo que es…
El poeta y cantautor argentino Facundo Cabral, decía, que no estamos deprimidos sino distraídos.
Cuando la mente se distrae es una indicación de su debilidad, de la futilidad de la caterva de los pensamientos fugitivos que, como un continuo tsunami, invade nuestra mente obnubilando las conciencias, haciéndonos sentir como fragmentos de la Vida, en vez de pertenecientes a ese trasfondo imperecedero que es la Gran Totalidad libre de pensamientos, una vasta expansión que trasciende lo puntos cardinales de nuestro cuerpo, que los hindúes llaman Atman.
La meditación no es otra cosa que morar en el propio Atman sin desviarnos de la propia naturaleza.