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Sin dejar apenas huella

La mente que busca el Buda es la mente que reconoce la impermanencia del mundo. Cuando uno reconoce la naturaleza efímera del mundo, no pueden surgir ni la mente centrada en sí misma ni la que persigue la gloria y las riquezas… Si no existe un yo, nada hay a lo que aferrarse.

Dogen

Para este gran maestro japonés, olvidarse de sí mismo es la clave para despertar al Ser.

¿Cómo –se pregunta Karl Dürckheim- se manifiesta el Ser? ¿Bajo qué forma –insiste- se expresa? ¿Qué criterios se pueden seguir que nos garanticen que aquello que consideramos expresiones del Ser no son pura ilusión?

Transcribo su respuesta: un criterio seguro es el hecho de que nuestro Ser exige de nosotros el aceptar la vida total, según se presente, con su dolor y su sufrir, y que, dejando a un lado nuestras aspiraciones egoístas, no admite reposo ni parada, sino al contrario, exige ir más allá de lo que ya ha sido, así como estar listo para soltar presa, para aceptar la muerte.

Renunciar al yo equivale a soltar las posiciones adquiridas, exige la gran conversión y transformación en lo que realmente somos. La metanoia de un nuevo nacimiento.

Y el Ser no defrauda: abraza al hombre cuando éste tiene el coraje de no dar marcha atrás ante un gran sufrimiento, sino, por el contrario, acepta el dejarse consumir por él, con fe en lo que le espera más allá  de la nada, aunque en esos instantes le asuste (el hecho de que le asuste es justamente lo que le da fe…) Seguir leyendo Sin dejar apenas huella

Vívelo

La muerte es continuar aferrado a «lo que hay», reprimiendo lo que late en el corazón de los instantes de la Vida. Ella invita a salir de la memoria, a saber perder el tiempo para vivir fuera del tiempo. Vívelo, «no pierdas el tiempo».

La gran maestra

Hasta entonces siempre la había visto de lejos, a través de la tele.

Hablaba otros idiomas, residía en otras casas. Siempre evitándola, llamándola de otro modo, cerrando los ojos o mirando para otro lado. Sabía de ella de pasada, en forma de papel pegado a alguna pared, o escondida en un coche oscuro. Le dedicaba media hora máximo, si ésta le tocaba a alguien cercano y acudía a la iglesia.

Siempre le sucedía a otras personas, mas mayores, que habían llevado mala vida o habían tenido mala suerte… hasta que un día se acercó tanto que se llevó consigo parte de mi: adoptó la forma de mi aita. ¡¡Ahí estaba la Muerte¡¡

La vida y la muerte-Gustav Klimt
La vida y la muerte, Gustav Klimt

La injusticia, como la Muerte, ha estado siempre ahí. Pero siempre se cebaba con gente lejana, de otros países, emigrantes, gente de mala vida, de mala suerte… se evitaba nombrarla y para hablar de ella se utilizaban Seguir leyendo La gran maestra