El Vacio Liberador

EL VACÍO LIBERADOR
La experiencia del Vacío. La auténtica salvación del ser humano consiste en que este
caiga en la cuenta de que tanto él como el mundo circundante están «hechos de
vacío», son vacío. La verdadera paz se produce cuando el ser humano alcanza esta
experiencia de vacuidad y la transporta a su vida cotidiana, cuando la saca fuera
del Zendo y la convierte en su propia carne. La experiencia incorporada del vacío
es, por si sola, capaz de liberarnos de todos los sufrimientos de este mundo, incluido
el miedo a la muerte. La experiencia de vacío nos libera de las sombras de la vida y
de la muerte. El patriarca Zen Yöka Daishi lo expresa de este modo:
Cuando despertamos al cuerpo Dharma, allí no hay nada.
En nuestro sueño vemos claramente los seis niveles de la ilusión;
una vez despiertos, no hay ni una sola cosa.
Cuando caemos en la cuenta de la verdadera realidad,
allí no hay sujeto ni objeto
y el sendero que nos hace caer en el infierno del mayor sufrimiento,
desaparece instantáneamente.
Cuando vemos verdaderamente, allí no hay nada.
No hay ninguna persona; no hay ningún Buda. La esencia del Ser es
Vacío; un vacío que nada tiene que ver con el nihilismo carente de sentido,
sino con la plenitud del sentido; un vacío que está lleno hasta los bordes de
potencia y de energía. Donde no hay ninguna cosa, allí está el Todo.
El Zen no es una religión, no quiere redimir o salvar a nadie; tan sólo
busca el despertar. Ahí, a su modo, reside su forma de «salvación»,
porque, si se mira bien —y de mirar bien se trata— el despertar es en sí
mismo la auténtica salvación de la ignorancia; un caerse los velos de la
noche oscura. Pero, ¿de qué caemos en la cuenta a través del Zen? Pues
caemos en la cuenta de un hecho fundamental: de que el Ser es Vacío, y
de que el mundo objetivo es Vacío. Y eso libera, eso salva.
Mediante esa conciencia o constatación, mediante ese caer en la cuenta
de la naturaleza vacía de las cosas, el ser humano se encuentra ante una
importante ocasión de liberarse de todos los sufrimientos, principalmente del
más fundamental: el problema de la muerte. La vivencia del Vacío, acarrea
la auténtica paz de espíritu en la medida en que nos incluye: somos vacío.
Y al quitarnos de en medio nos apartamos de la muerte, no nos atañe,
transcendemos el dualismo vida-muerte. Nuestra conciencia traspasa la
mente y el cuerpo, abriéndose al infinito. Esa es la experiencia del Ser
El vacío de la meditación no se refiere, como pretenden los predicadores, a
la renuncia de la belleza del mundo, sino a VACIARSE, a desembarazarse
de la envoltura de la conciencia ordinaria, el pequeño ego, para que,
de ese modo, suelto y vacío de hojarasca, poder arribar a la plenitud del
mundo, al Ser del Universo.

R.R.

Música: Loreena McKennitt – The Holly & the Ivy

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