CIRCULAR DE PRIMAVERA

Primavera

Abdicar de sí, para toparse con el salvaje brote de la Vida. Despertar es dejar diluir en uno el hielo del invierno, hacerse nuevo brote; mejor aún: brotar, hacerse  Primavera.

A veces, muchas veces, es preciso apartarse a un lado, quitarse de en medio, para dejar que el milagro ocurra, allí, donde sopla el Gran Silencio.

Destituirse, para exprimir la presencia que emana de la ausencia, extrayendo de cada instante el zumo de su fulgurante inmensidad. Dejarse suceder en el presente, semilla del Fondo, donde resuena el galope de las formas que fluyen por la estepa del tiempo.

¡Ah, terrible y fascinante belleza, que al desaparecer te manifiestas. Instante seductor, en cuyos abismales recovecos estalla el relámpago de la muerte y la resurrección!

Lo que escribo del Zen no es lo que escribo. ¿Cómo decirlo? Me refiero a esa cosa (¿) que habita en la entrelínea del verso y sus palabras. Captar Eso, respetuoso y dichoso, es despertar a la Palabra que dice lo indecible.

Todo pensamiento está ya inventado, y se trata de romper con el martillo del Zen las cadenas que nos atan al laberinto de los conceptos.

Comprobar cómo llega un momento en el que el mundo se para, los nombres se des-nombran y des-bautizan, mientras el tiempo y el espacio se diluyen en la Presencia.

Entonces, ebrio del Ser, como del vino una cepa madre, el corazón humano celebra en sus latidos la Noticia.

Es un error pensar que el milagro pertenece sólo a lo desconocido, al mundo de lo extraordinario. El hecho milagroso, reside fundamentalmente en el mismo corazón de la vida cotidiana, de lo sobradamente conocido, de lo que se cumple en lo ordinario.

Por todo eso, es cuestión de “cambiar de anteojeras” y comprobar cómo la vida, que insta en cada instante, ella misma es un milagro omnipresente, una celebración de la creación, que, bajo un azul despejado de nubes, desea danzar bajo la brisa de lo nuevo, así lo vio el amigo Hugo:

 

El viento deshace

   las nubes

            y aparece azul,

          todo azul el cielo.

Hay un alma pero no está,

        hay que cavarla,

                   desbrozar todo lo que ella no es,                   

                          hasta que esté:

                                         hasta vaciarnos.

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