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Feliz año nuevo

Por lo común el discurso humano es sofocante, muy repetitivo, como de segunda mano. De ahí que sólo me importen las palabras que, igual que alguna golondrina desbandada, quedan como descolgadas del tropel de lo redicho; las que vivaquean en la intemperie, o sea: las cargadas de silencio.

En el Zen, por ejemplo, se me hace cada vez más indigesta la ya manoseada palabra “compasión”, que, igual que el también ajado término “caridad”, me sugiere una relación desigual, como jerarquizada, de arriba abajo. En mi época marxista yo vibraba con el vocablo “solidaridad”, tan recio y militante; posteriormente, y hasta hace bien poco, me cautivó el de “Unidad”, pero, claro, requiere el trabajo adicional de interpretarlo. Hoy, prefiero el más sencillo: “fraternidad”, que se me hace más simple, más

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El sonido del Misterio

En la más profunda arteria del ser humano late una nostalgia: en su inconsciente resuena aún la música callada de su origen olvidado; y la añora, aunque también la rechaza. Esa es su tragedia. Y esa es, también, la razón de que siempre se halle activo, buscando a tientas eso que intuye; eso que le atrae y que a la vez censura. Y así vive –si a eso puede llamarse vida-, extravertido y de espaldas al su Verdadera Naturaleza.

A pesar de esa represión constante, y aunque en su quehacer frenético deambule como un ciego, en su interior palpita el deseo de unirse con aquello –su realidad primera- que fue expoliado desde apenas nacer. Vive, expatriado desde su más primera infancia, a través de la deformación de una pedagogía instrumental en la que ha sido adiestrado más para competir que para compartir, más para capacitarse que para formarse. Mas para tener que para ser. Y a eso le llaman normalidad.

Sin embargo, en medio de su sinsentido, allí, en lo más profundo del corazón de cada hombre y de cada mujer…sigue palpitando una Noticia. La experiencia nos dice que Seguir leyendo El sonido del Misterio

La promesa

Todo buscador inicia su camino espoleado por la añoranza de su verdadero origen, el sufrimiento de sentirse repatriado en las sórdidas estepas de ese insoportable exilio llamado sentido común. El adolescente, incluso el ya adulto, sigue añorando aquel espacio de intimidad sagrado de su mágica niñez que invadieron los adultos, con sus creencias, sus escuelas y sus dogmas. Hablo de un espacio de inocencia, no de inmadurez. Algo, si, ALGO experimentó aquella niña, hoy de 38 años, cuando le repatriaron, y no sin mentirle, de su íntimo y fulgente rincón. Y hoy vive su nostalgia del Ser como Pieter Van der Meer en sus escritos, y como Juan de la Cruz en aquel poema que me impactó en su cueva segoviana:

Condúceme a la interior bodega
Donde la vida en Seguir leyendo La promesa