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Una experiencia de vida

La nueva semilla

es fiel.

Arraiga con más fuerza

en los lugares

que están más vacíos.

Clarissa Pinkola Estés

«En esta desnudez halla el alma espiritual su quietud y descanso, porque no codiciando nada, nada le fatiga hacia arriba y nada le oprime hacia abajo, porque está en el centro de su humildad. Porque cuando algo codicia, en eso mismo se fatiga.»

Fray Juan de la Cruz.

Comienzo con el vacío, con la desnudez, porque es el principio y el final de todo lo que puede decirse.

Codicia, fatiga, opresión. Son palabras que utiliza el poeta, pero son también nuestras experiencias cotidianas. En el pensamiento de Krishnamurti, el hombre nunca ha resulto como salir del sufrimiento, ni en lo personal, ni en lo colectivo. Muchas ideas han surgido de nosotros, nos han movido y nos mueven aún, pero ninguna a logrado liberarnos de ello, por muy hermosa que haya sido.

El sufrimiento nos pide algo que no siempre estamos dispuestos a darle, nuestra mirada de frente, cara a cara. La situación social y política que vivimos ahora nos está forzando a que hagamos frente al sufrimiento. No hay fronteras entre lo personal y lo colectivo, nunca existieron, pero ahora, lo vamos comprendiendo. Con la abundancia uno puede instalarse cómodamente en sí mismo, pero en la escasez hay velos que caen y nos permiten reconocer que estamos acompañados.

Creo y a veces siento, que una semilla se oculta en el corazón humano, y siempre reverdece. Pero para hacerlo necesita del barbecho. Ha sucedido muchas veces a lo largo de la historia y sucede ahora, quizás en los momentos más difíciles, porque son los de mayor despojo.

El brotar de una semilla en la primavera de 2011, con el movimiento 15M, rompió algunas de nuestras murallas, y salimos a la calle, reverdeciendo. Y nos encontramos, reencontramos la alegría, reconocimos que éramos muchos los que llorábamos a solas y supimos lo que era sentirse JUNTOS.

Mucho ha fluido la vida desde entonces, mucha sangre ha corrido por nuestras venas. Nos hemos fatigado, quizás desilusionado, porque las cosas no han sido como esperábamos. Las políticas se han recrudecido, el sufrimiento, el sin sentido, todo lo que nos sacó a la calle no ha cesado a pesar de nuestros esfuerzos ¿Cómo sostener la esperanza?

Quisimos construir un mundo nuevo, pero ese mundo ya existe en nosotros, quizás ahora nos sea más fácil descubrirlo. Nos hemos encontrado en este tiempo de «lucha» en la calle, moviéndonos socialmente, organizándonos, con nosotros mismos.

He vivido, hasta que salí a encontrarme con otros, con la creencia de que el camino de crecimiento espiritual, la práctica meditativa, el silencio interior, era difícilmente compatible con el ajetreo del mundo, en todas sus manifestaciones. Lo «espiritual» ha sido para mi un refugio en el que esconderme de mi sombra, hasta que esa quietud no me dejó escapatoria y tuve que remangarme, entrar bien a dentro, y abrazarla. ¿No es esto lo mismo que nos sucede ahora en lo colectivo? Creo que estamos siendo arados, bien a fondo, y en espera de que broten las semillas.

Estaba trabajando en las asambleas, en lo colectivo, pero con la sensación de que mi sitio estaba en el cojín, y en el recogimiento de la práctica. En esa dicotomía me rompí muchas veces. Otro motivo de conflicto fue como aportar mi visión, lo que sentía en mi corazón a ese movimiento social que bullía de luchas, enfrentamientos, esperanzas ¿había lugar para el vacío en ese movimiento incesante?

Y siempre una intuición, que estábamos luchando, dentro y fuera, con nuestro propio enemigo, sin querer verlo. ¿Cómo pacificarse ante la injusticia?¿Cómo dejar de indignarse? ¿Cómo hacerlo sin escindirse por dentro?

Así estuve, luchando, sufriendo, dejando hasta la última gota de mi energía, hasta el último latido del corazón en ello.

Intenté siempre estar presente, sentir lo que estaba sucediendo, y decirlo. Intenté actuar, pensar con el corazón y ponerlo en el centro de las asambleas, mostrándome por dentro. Me encontré con corazones que latían como el mío. pero también con Seguir leyendo Una experiencia de vida

Cada gota, cada gota

Abrirse al instante a la escucha del silencio que mora tras el ruido externo e interno.

Al silencio del Misterio que habla sin lenguaje.

Abrirse al prodigio de escuchar sin escucharme.

Días de lluvia y viento.

Cada gota cae -cada una en su sitio- rebotando en cada milímetro aún virgen, del vierteaguas.

Cada gota se estrella, deja oírse. Monótono repique de tambor, en cada tímpano.

Cada gota, acuoso clamor de fondo y vida inundada de Presencia.

Cada gota, humilde emisario del Ser que insta en los instantes a despertar.

Cada gota, milagroso latido del nacer y re-nacer en cada ahora.

Toda palabra de la lluvia persigue ser escuchada.

Calla, escucha… y ve.