Za-Zen, Unidad Espíritu y Cuerpo

El cuerpo. Temblor que permanece tras toda impermanencia, fuera de diques y puntos cardinales.

Escucha el estampido de la Vida en tus tejidos, en tu aliento. Tú, manifestación de lo invisible, receptáculo que late en tu latido. Eres más que tu cuerpo: eres flujo de vida que te impele hacia su manifestación.

Contempla la espiración en la que te diluyes. Una y otra vez; una y otra vez… asombro de tu niño interior. Y tras él, indemne y fresca, la inspiración, como secreta dádiva que emerge en la forma de tu forma. Tu cuerpo transpirado y trascendido como un cuenco transparente a lo inasible.

Se trata de ver el propio espejo en las células vacías que reflejan la Vida que alienta el corazón de la Materia. En el cuerpo-materia nos es dado en cada instante la posibilidad del tacto y el con-tacto con la palabra insonora del primer impulso creador. Impulso in-vocador de la energía primigenia. Arranque con-vocador de las palabras y los modos, nuestras respuestas, tan pródigas en formas, las impulsadas por el aliento germinal que sólo el Gran Silencio sabe con-tener y re-tener. Hasta que ELLO opta por mostrarse.

Cuerpo impermanente, carnal poema que pudo no acceder a la existencia, pero que, en forma de gracia y don, optó por revestirse en nuestros huesos. Materia-cuerpo, ofreciéndose en sus alzadas manos; eterna donación al viento, canción desnuda a la que es indiferente no haber llegado a existir. Origen creador que calla cuando crea lo que nace. Estremecida carne de la sombra y de la luz; palpitante motor inmóvil que recrea todo lo que eleva y transmuta en deseo de ser, en latido de ser, en aliento del Ser por multiplicarse en el baile sagrado de las formas. Los sentidos sienten y saben atravesar el umbral sombrío que accede a la luz original que nos habita.

Hoy te escribo, cuerpo-materia trascendida, con el temblor del que sólo sabe escribir cuanto es. Antaño las divinidades vivían en las grutas, más tarde invadieron los bellos espacios de las catedrales. Hoy, el ser humano ha tomado en serio que el habitáculo de lo divino comienza a ser él mismo; una morada donde el ser y el estar se unifican, donde “los seres se hacen estares”, como tan bellamente lo expresó Machado.

Tu cuerpo, receptáculo más íntimo, donde vibra la sensación de ser, haciéndolo más intimo aún que la propia intimidad. El cuerpo, expresión del Ser que lo habita y lo interpela a tomar conciencia de su verdadera naturaleza, territorio de la interioridad del Ser: Deus, intimor intimo meo; lugar fuera de todo lugar; espacio de la materia, mater, que nos liga a la vida; el cuerpo, donde el sonido del origen vibra y se hace carne. El niño lo supo desde su nacimiento.

Hoy -¡pena!- vivimos fuera de nuestra patria. (mejor sería llamarla Matria).

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