Y el amor devenga humor…Todo es Gracia

 

Pese a la compañía nocturna de la maquinita de respirar -nos vamos haciendo amigos- he vuelto a soñar que me adentraba, aún más y más, en el cuerpo evanescente del devenir de mis células. Y en ese lugar ignoto, me aconteció que eso que llaman la vejez, iba barriendo de mi memoria todo aquello que aprendí a lo largo de mi estancia en el tiempo de la tierra.
Comprendí el sentido del no saber, que llaman deterioro; la razón del no poseer y des-prenderse, así como el significado de la progresiva ausencia de poder y potestad sobre otros que en algún pequeño tiempo hube de experimentar en mi vida profesional, incluida la clarividencia de una suerte de amnesia en cuanto a las referencias que creí fundamentales a lo largo de gran parte de mi vida.
…Y llega un momento en que des-cubres, que tu latido en absoluto te pertenece, que alguien- la Vida- late en ti y por ti. Y, por si fuera poco, sabes bien que no estás loco. Y tanto la ceguera de los velos como la angustia de lo des-velos comienzan a caer y remitir durante momentos privilegiados guareciéndote en el abrigo de tu más hosca desnudez. Todo eso lo vives como quien experimenta la hermosura de creer en la luz en plena noche, la presencia en la ausencia, el cobijo en la intemperie, el arraigo en el desarraigo y el asentamiento en las fronteras del aire.
Y entonces –qué curioso- comprendes, y disciernes, el porqué El Manantial de Vida cuya intencionalidad nos rebasa y rebosa, prepara para el anciano un tiempo sin tiempo y un lugar fuera de lugar, donde des-nudo, (libre de todo nudo) de las pesadillas del pasado y las angustias del futuro, se adentra en un presente que es Presencia que le inunda y plenifica. El cuerpo lo delata. Es cuando el llamado abuelo se juega todo a una partida; es cuando puede –de él depende- devenir en sabio, puesto que esa plenitud pertenece a quien ha pastoreado su vida siendo consciente de que la aventura del vivir, si de verdad es aventura, entraña el riesgo de perderse. Y hasta el perderse es ocasión de gracia.
Pero merece la pena de las penas. Porque es liberador sentir la vida en plena muerte. Y aún más: comprender que ambas son lo mismo. Entonces, puede que ocurra que en vez de morir de miedo, resucitemos sonando en la sonrisa. Y el amor devenga humor.
Todo es gracia.
Rafa Redondo

Múisca:  Bill Okay & Micheál Ö´Domhnail – The 19 A (Nightnoise)

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