Me abro a la escucha, ahora, al caer la tarde

 

Me abro a la escucha, ahora, al caer la tarde, a esa honda Presencia que ha querido albergarse en el Silencio y que el Silencio destila por sus invisibles poros.
Y así, como si yo fuera una suerte de tú, me digo, “no te distraigas…Y hazte a un lado, permite que Él habite en este espacio virgen, aún no hollado, del sagrado rincón de tu Inocencia. Permite a Dios que sea Dios”.
Porque sé bien que al declinar el día no hay noche, por muy oscura que ella fuere, que no destile luz desde su entraña amenazante; pero –también lo sé muy bien – que aunque esté oculta, se halla preñada de alba.
Veo sin cesar y cada día más claro, que tu ausencia, oh, Luz, es el cebo imán, de esa Presencia alegre, que al cuerpo humano anima, que extingue el tiempo, que liquida el espacio y sus nostalgias.
Ausencia, imán de eso que llaman Dios (aunque se le puede llamar Dios, Ser, Energía, Vida, Fuente de Vida, no se puede encerrar en nombre alguno a ese insondable misterio), que es menos misterio para los Nadies, los sencillos, y los niños).
Y mis ojos, abiertos como platos, se aprestan al insomnio que no es sino serena duermevela en pos del alba…
Ahora, siempre al caer la tarde…

 

R.R.

 

Múisca:   Wia -Wim Mertens

 

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