Conciencia sin fronteras

La práctica del Zen no sólo posibilita la ocasión de ampliar la conciencia más allá de los diques personales, sino también la de detectar los obstáculos que impiden desarrollar el natural despliegue del ser humano hacia la Unidad. Por esa razón, la práctica meditativa no es sólo un asunto individual cual sería la aislada práctica de una “atención plena” ensimismada , sino una cuestión de tomar conciencia –pues de ampliarla se trata- de las artificiales fronteras que, obedientes a la Falsa Conciencia, diariamente instalamos para, empujados por el competir, sacrifiquemos el compartir. El practicante de Za-Zen es un peligro, pues revienta las fronteras programadas por el Pensamiento Único.

Esto se ve bien en el mundo de la comunicación. Un ejemplo: envíe usted para su publicación en la prensa, un artículo crítico sobre la banca, y compruebe seguidamente el aluvión de dificultades «razonables» que le pondrán para su publicación.

Concreto más, un conocido artículo mío crítico con el banquero Emilio Botín espera hace meses – in aeternum más bien- su salida a la luz en la prensa escrita. Sé que ese artículo jamás verá la luz.

Desde la llamada «transición democrática», he colaborado y sin mayor dificultad, escribiendo columnas, reportajes y artículos de fondo, en los periódicos más destacados del Norte de la península. Pero he podido comprobar que «existen temas que no sólo no se pueden escribir sino ni siquiera pensar en escribir”. La Falsa Conciencia, nos mete el policía dentro de la piel. Sólo interesan las noticias afines a la línea editorial-empresarial de turno. El resto no existe, no es noticia. Y esto, una vez más, te dicen, “es lo que hay”, EL RESTO “NO VENDE”: lo que, de momento “vende” es venderse, convertirse en mercancía, en sustituir dominicalmente noticias por cafeteras, sartenes, vajillas, bufandas, pero no noticias. La prensa escrita devenida en super-mercado. Y ello hasta tal punto, que ha terminado por aburrir a los lectores, lo que preocupa a los empresarios de la noticia.

Pero todo esto no acaba en la prensa escrita, ya que, en el ámbito de la comunicación digital, el inagotable Mercado, obsesionado por invadir nuestra intimidad, coarta las libertades hasta tal punto que, como cuenta el insobornable I. Ramonet, las grandes compañías de Internet fueron –y siguen siendo–cómplices de la National Security Agency (NSA) para la aplicación de su programa ilegal de espionaje masivo de comunicaciones y uso de redes sociales. Todos bajo control en la dictadura del capital. “Eso es lo que hay” repiten y repiten, y más repiten. Como si “lo que hay”, de suyo histórico y movible, fuera tan inamovible como la luz solar o la rotación de los planetas. Hora es de atontar conciencias.

No somos inocentes sino siervos obedientes, enredados en las redes.

Y cual esclavos voluntarios, exclama el periodista I. Ramonet, aun sabiendo que nos observan, seguimos dopándonos con droga digital. Sin importarnos que cuanto más crece nuestra adicción más entregamos la vigilancia de nuestras vidas a los nuevos amos de las comunicaciones.

¿Vamos a seguir así? ¿Podemos consentir que estemos todos bajo control?, pregunta el periodista. ¿Quiénes somos? pregunto yo.

Responde tú, saliendo de tu caparazón; haciendo trizas su mentira y ceniza sus fronteras; construye tu zendo en plena calle, y en tu corazón un templo de igualdad, de sentido, de verdad, de compasión. Haz de tu cuerpo un inmenso abrazo que nos una como humanos. Hora es de inaugurar la vida; hora de despertaraun mundo nuevo, hora de des-obedecer. Hora de solo ser. Despierta. Que ya va siendo hora…

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