La madre de Alicia Martínez, tan nuestra, ha cambiado de forma.

Hay un silencio que pervive, cohabita, en la boca de quien se va, que sigue siendo lumbre y alba: aquello que insiste en ser,  e iluminar fuera del tiempo; Aquello que nunca acabará, pues no fue nunca.

 

El rostro de la madre de Alicia, tan nuestra, se anticipó con su expresión a sernos senda de eternidad.

 

Gracias Madre, por ser tan nuestra.

 

Gracias, Madre, por haber dejado en nosotros como herencia el rostro de la Infinitud.

 

Gracias, Madre, por habernos regalado a Alicia,

a nuestra Alicia del alma.

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