…Tú que tan amigo de rendido Eres…

Abbá, Tú, un Dios que te hiciste hombre…

No acojo, Galileo, tu Buena Nueva como tiempo que pasó, sino como narración de quien te evoca con corazón agradecido. Leo y releo viviendo lo que de ti dicen como alguien que en mí actúa en estos mismos  momentos, ahora,  cuando escribo, viviendo y reviviendo tu ser hermano, y tan humano.  No, no leo lo que de tí cuentan como pueda leerse una herencia en una notaría, escuchar el legado de alguien que  ya no está presente, o rememorar las enseñanzas de no sé qué sabio milenario. No, en tu caso puedo decir que tu palabra, Jesús, es para mí caricia y alimento, pan vivo y sangre de mi sangre. No un muerto, sino  pan vivo y manjar de un resucitado que vive y que me vive. Tu Evangelio, tu actuar, tus hechos, me siguen  hablando e interpelando en los adentros de mi más profunda vena, y quiero aquí y ahora que tu bondadoso poder de perdonar y tu vivificante presencia, en  nada se corresponde con tu muerte, sino con la resurrección real, y certera y experimentada para quien vive en sus propias carnes la acción de tu Espíritu, que es la resurrección en la que yo creo. Y me vive. Porque ¿Quién mejor que los descarriados -y sé bien lo que me digo-, saben, sabemos, de tu afán de perdonar, de tu tenacidad de Pescador de hombres, de la  paciente espera de tu largo sedal,  Tú que, en palabras del Poeta Lope de Vega tan amigo de rendidos eres, sigues sanando y perdonando en el corazón sin coraza de los ninguneados, enfermos, leprosos, desahuciados y proscritos. Tú, que sigues iluminando el sendero de los perdidos, sembrador de Humanidad, salvando y aliviando con tu Aliento a los excomulgados y vencidos…

 

Música: Deep Peace – Bill Douglas

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