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Retiro Zen

Y ahí estaba yo, con mi cojín de meditación, mi pijama y un puñado de prejuicios metidos en un bolsillito de la maleta; dispuesta a pasar un fin de semana Zen y a zambullirme en las profundidades del silencio.

Nunca había practicado Za-zen. De hecho, no tenía ni pajolera idea de lo que era. Sí que tengo hábito de meditar, practico Chi kung hace años, pero de la meditación zen sabía poco o nada. Pero me anime. Me animó un compañero de trabajo (gracias Marce) y de pronto me vi montada en un coche rumbo a Berriz a pasar el fin de semana.

Tengo que reconocer que al principio me sorprendieron muchas cosas. El respeto al entrar en la sala de meditación, el protocolario saludo al entrar y salir, el resonar de los las makilas de madera (disculpad mi ignorancia) antes de empezar cada sesión de Za-zen…

Me sorprendió escuchar: “¡kin hin!” y ver como todo el mundo se levantaba de su asiento y se ponía a andar lentamente por la sala.

Reconozco que al principio sentía ciertas resistencias y algún miedo; ciertos prejuicios a lo desconocido.

Y entonces Pedro, el maestro, dijo algo. No recuerdo con exactitud su frase pero se mantiene nítida en mí la sensación que tuve; fue como un dardo de amor al corazón. La onda de sus palabras atravesó toda la coraza de miedos y prejuicios y una pequeña lágrima rodó por mi mejilla. Y pensé: vale, Naiara, aparca todo, y Seguir leyendo Retiro Zen

Feliz año nuevo

Por lo común el discurso humano es sofocante, muy repetitivo, como de segunda mano. De ahí que sólo me importen las palabras que, igual que alguna golondrina desbandada, quedan como descolgadas del tropel de lo redicho; las que vivaquean en la intemperie, o sea: las cargadas de silencio.

En el Zen, por ejemplo, se me hace cada vez más indigesta la ya manoseada palabra “compasión”, que, igual que el también ajado término “caridad”, me sugiere una relación desigual, como jerarquizada, de arriba abajo. En mi época marxista yo vibraba con el vocablo “solidaridad”, tan recio y militante; posteriormente, y hasta hace bien poco, me cautivó el de “Unidad”, pero, claro, requiere el trabajo adicional de interpretarlo. Hoy, prefiero el más sencillo: “fraternidad”, que se me hace más simple, más

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Quebrar el cerco

Hemos obturado nuestra relación con la globalidad que somos, y así, obstruida nuestra conciencia, viviendo –es un decir- separados, creemos vivir en lo real, aunque ni por asomo atisbamos la real realeza del vivir. Esa es nuestra tragedia.

Sin embargo, cuando el crisol del sufrir, el sinsentido, la soledad o la muerte nos permite que por nuestras entrañas se abra paso la Conciencia, quizá –o sin quizá- entonces podamos comprender quiénes realmente somos más allá del amor y de la muerte.

Más allá y acá del cuerpo ordinario que percibimos, limitado en sus cuatro costados; la humanidad ha podido experimentar a lo largo de los siglos otras grandes dimensiones que sobrepasan y exceden la conciencia ordinaria. Más allá de la sutil energía que transita nuestras células, y más allá de los límites de nuestra mente corporal, el ser humano ha sido capaz de verse como es a pesar de los vaivenes producidos por esa ilusión que llamamos “la vida”: “Algo” que perdura inextinguible. Nacemos, crecemos, morimos; pero “algo” se mantiene sin merma, y podemos verificarlo en la meditación; “algo” que nunca ha nacido y no sujeto al cambio ni a la vejez. En la meditación, aunque no podamos describirlo, sí podemos constatar el «Yo“que hay detrás de todo yo condicionado, la Unidad que palpita tras todo modo de existencia. “Algo” que Seguir leyendo Quebrar el cerco