¿Qué es lo que el ojo ve cuando tiene ante sí la presencia de una persona?

 

Toda percepción posee una naturaleza tan material como espiritual. Despojar a la percepción de cualquiera de esas dos vertientes naturales podrá hacerse en un laboratorio, pero no en el comportamiento visual que se da en la relación humana real. Eso que llamamos ver o mirar significa, ya de entrada, ser radicalmente afectado por la aparición sensible del objeto y, además, ser invitado a captar su contenido.
¿Qué es lo que el ojo ve cuando tiene ante sí la presencia de una persona? En las clases prácticas de Psicofisiología nos recordaban que aun a pesar de las muy frecuentes disecciones del cuerpo humano, jamás se había logrado encontrar el alma en su interior. Sin duda, el complejo y ambiguo concepto de alma pierde en el sistema mecanicista su carácter de complejidad ontológica. Para la mente mecanicista, el alma, en caso de existir, vendría a ser una especie de sustancia extraña; tangible, por supuesto. O quizá también algún órgano determinado cuya función sería la de fabricar ideas o pensamientos además de corrientes eléctricas neuronales.
Sin embargo, lo que el ojo ve cuando se halla frente a un ser humano es una realidad diferente a la realidad «objetiva» propia de los laboratorios de Psicología. Una realidad muy diferente de la que ve el hombre de ciencia, del médico o del psicólogo. Lo que el ojo ve es la realidad del sujeto. La realidad del sujeto como resultado de un ENCUENTRO.
El alma se da en los modos de expresión. La expresión es una manifestación del alma, una transparencia anímica, que, en tanto que anímica, evidencia cómo el alma, lejos de instaurarse de modo locativo, posee una vida que le es propia, impregnando todas las partes y funciones corporales, principalmente la expresión. Pero el ojo científico no logra ver lo esencial, por mucho que lo esencial continuamente le interpele. El ojo científico es un ojo dormido.
Cuando observamos gesticular el rostro de una persona, podemos ver en ella tanto la comprensión como la bondad o la ira. El rostro nos lo transmite. Mientras que una mente objetivadora aprehenderá de él selectivamente los específicos desplazamientos de la piel o la frecuencia de sus movimientos musculares, para, posteriormente, llegar a interpretar las posibilidades razonables de existencia de procesos anímicos subyacentes. Sin embargo, el conocimiento inmediato me permite la captación del significado de la expresión de dicho rostro. Y la expresión significa que lo que a través de ella se manifiesta es lo invisible. Cuando, cegado por nuestro sistema conceptual, o por otros intereses, todo esto no ocurre, dejamos de percibir un ser humano para ver tan solamente eso: un organismo, cuando no algo meramente útil o simplemente deseable.
Ver es más que mirar; ver es toparse con la realidad. La visión, en tanto que es un modo de aprehender lo sensible, forma parte del proceso sentiente: El sentir como proceso no es tan sólo una actividad fisiológica, sino que es el proceso que constituye la vida, en cierto modo entera. De ahí que seguidamente podemos afirmar que, cuando vemos, no es nuestro ojo únicamente quien ve, sino que es todo nuestro ser, en la medida en que es afectado por la realidad, el lugar donde se suscita la visión. Siguiendo a Zubiri, empleo aquí el término suscitación para diferenciarlo bien del de excitación, utilizado por el mecanicismo psicológico y de carácter exclusivamente bioquímico.
Al contemplar tus ojos claros
su diafanidad revela
el entender del Ser
latiendo en la Materia.
Rafa Redondo

Aunque es de noche,
cada instante naciente
aflora en luz…

 

Rafa Redondo

 

 

 

 

Música:  Yann Tiersen – Amelie

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