Presencia Eterna…

Sucede a veces que una fuerza, inesperada y poderosa, brota de no sé sabe dónde, aligerando el cuerpo de su fatiga y cansancio. Y hasta el insomnio aviva. Poderío que incluso se enhebra en el poema que te ocupa, transmutando en sangre viva sus rimas y fonemas. Ascuas de fuego donde el silencio crepita, y entero ardes.
Finalmente -qué remedio-, te abandonas sin oponer resistencia al Dios de las Tormentas.
Y, así, agradecido, cantas por tus adentros un himno incomprensible.
Aunque las lágrimas sigan brotando de tus ojos.
Rafa Redondo
No te distraes
ni jamás parpadeas,
Presencia eterna…
Rafa Redondo

 

 

Música:  Philip Glass – Mishima

 

Deja un comentario