Respirar

Hoy, una vez más, me «cogió» desprevenido el prodigioso hecho de respirar, y asombrado como un niño comprobé que cuando el imperecedero vaivén del respirar es percibido con la calma de quien no busca provecho ni pone voluntad en lograr ninguna suerte de meta u objetivo, y la atención se centra en el prodigioso sube y baja de la expiración-inspiración, nos hallamos en el umbral de la experiencia del Gran Silencio. Acogedor abrazo del Misterio que culmina con una gran certeza: Alguien me respira.

Es radicalmente importante atender a ese portentoso reclamo que en cada instante nos es dado; pero, sobre todo, saberse detener en él, permanecer en él, para saborear ese Misterio que pugna por desvelar su ocultamiento y hacerse Presencia. La Presencia es Alguien, progresivamente gigante en la misma medida en que, dejando a Seguir leyendo Respirar

Lo sé y lo escribo

Estar disponible es lo que me ha enseñado la práctica diaria de la meditación silenciosa. Ello ha supuesto para mí ponerme infinidad de veces frente –enfrentarme- a posiciones viejas y a leyes y costumbres admitidas sin rechistar, creencias que se hallan en las antípodas de la Vida. Pero ésta, que es pura y constante sorpresa, no digiere la inmovilidad: su viento sopla donde quiere, y lo mejor de ella es que nunca sabremos a qué atenernos. Ante su misterio sólo cabe el asombro y la apertura, la sabiduría de la inseguridad, el arraigamiento en el desarraigo. Ella nos enseña a atisbar el Fondo indestructible en plena fragilidad. Y no, no son palabras. Lo sé y lo escribo.

La Vida, dulce y dura Maestra, que para reconocernos como sus discípulos exige la cancelación de Seguir leyendo Lo sé y lo escribo

Cuaderno de viaje

Quién durante mil años preguntara a la vida: «¿por qué vives?», si pudiera responder no diría otra cosa que: «vivo porque vivo».

Maestro Eckhart

Punto de partida

En el inicio de nuestro crecimiento, generalmente partimos de la búsqueda de satisfacción de nuestras necesidades, y de un malestar interior que puede adoptar muchas formas, o bien, a veces, es una enfermedad, una ruptura, o cualquier otra situación de dificultad por la que atravesemos, la que nos saca de la comodidad, de las creencias y estructuras mentales a las que nos hemos acostumbrado, para ponernos en el camino, pero ¿hacia dónde? No lo sabemos, sólo que tenemos que dar pasos, que andar.

Partimos de una visión centrada en nosotros mismos: «nuestras» necesidades»; «nuestro» malestar, eso nos mueve. Queremos satisfacer lo primero y acabar con lo segundo, es nuestra pulsión, el motivo de «nuestra» búsqueda. «Nuestra» porque creemos ser los que hemos iniciado el camino: «yo me puse en camino cuando…», decimos a veces y es la sensación que tenemos, que estamos haciendo nuestro propio camino al transitarlo. Pero con el tiempo de ir andando, al menos para mi, la visión va cambiando, cuando uno constata que en el camino la constante es el no-saber, el comenzar de nuevo, si es que supiéramos que hay un principio o un final en el mismo. La constante es la desnudez en la que la vida nos deja a cada rato.

Y te vas dando cuenta, de que quizás, no comenzaste «tú», que no guías «tú», sino que algo se comienza en ti, que algo camina en ti, de manera inexplicable, a veces de manera inaceptable.

Eso no es fácil de asimilar, ni de aceptar, primero porque rompe la creencia de que estamos solos, separados, y que tomamos nuestras propias decisiones. Esto que en principio nos hace sentir poderosos, dueños de nosotros mismos, acaba siendo una trampa mortal de la que no sabemos cómo salir. Intentamos guiarnos, pero muchas veces estamos en la más absoluta oscuridad. Nos sentimos responsables y lo que es peor, culpables de todo, hasta que la culpa acaba siendo el modulador de nuestras reacciones inconscientes.

En segundo lugar, porque nos cuesta confiar. No tuvimos lo que creíamos necesitar en la vida, y Seguir leyendo Cuaderno de viaje

Meditación Bilbao