Teishô de Rafael Redondo y Pedro Vidal en el sesshin de noviembre de 2014




Teishô de Celso Navarro en el sesshin de junio de 2014


Circular de Epifanía: EL SUEÑO DE LA HUMANIDAD

Si algo me ha proporcionado la práctica meditativa del Zen es la posibilidad de saberme nadie. Una experiencia intensa y prolongada de rendirme, abandonarme, salir de los límites de mi falso yo construido durante el tiempo.

La experiencia de doblegarse a “lo que es” ha sido y sigue siendo para mí el mayor y mejor camino de liberación. Estoy hablando de una senda de fraternidad que, si bien la aprendí de los maestros orientales, puedo decir que mucho antes de que me iniciara en el camino del Zen, ya lo había visto –y no sin gran impacto- en el ejemplo vivo de Francisco de Asís. Un sendero que en el poverello pasaba por el rechazo del dinero, del poder y de los honores, y por la comunión con los más humildes y más pobres; sí,  un camino predicado por sabios bodhisattvas. El Bodhisattva es un término budista compuesto de bodhi («supremo conocimiento»), y sattva («ser»), que hace referencia a un ser embarcado en la búsqueda de la suprema iluminación, no sólo en beneficio propio, sino en el de todos, que compasivamente busca no sólo la salvación individual, sino la colectiva. El principio del ideal del Bodhisattva es uno de los más importantes principios del budismo.

Pero ese afán de bondad y compasión rebasa las fronteras asiáticas, pertenece al acervo de toda persona independientemente de su origen cristiano, ateo o budista; un derecho de nacimiento.

En mi caso, el sentido y la práctica compasiva tanto de Jesús de Nazareth o del Pobre de Asís, es algo que me ha marcado, es la impronta de mi vida; un contagioso y cercano modelo de ternura más propio y cercano a mi forma de ser occidental. Ellos han promovido en mi caso el Seguir leyendo Circular de Epifanía: EL SUEÑO DE LA HUMANIDAD

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