Los pájaros cantan de nuevo

“Los pájaros cantan de nuevo,
el cielo se está despejando,
la primavera está llegando
y siempre estamos rodeados de amor”
(Richard Hendrick)

“No tienes por qué tener miedo.
¡Extiende tus manos! Serás llevado.

Willigis  Jäger

Al final tendremos que hacer tan solo una única cosa:
desapegarnos.

Willigis Jäger

Múisca: Mike Oldfield – Return to Ommadawn

Despertar

Despertar
De un modo u otro, a todos nos ha sido dado vivir momentos especiales
en los que el Ser que late en la profundidad se ha sentido especialmente
dichoso. Vivencias que salen del marco de lo ordinario y que, no
obstante, uno se da perfectamente cuenta de que siempre estuvieron «ahí»,
en nuestro interior y en el interior de todas las cosas. La desgracia radica
en que esas vivencias, lejos de tomarlas en serio, las subestimamos como
si fueran una trivialidad. Nuestra formación, exclusivamente racional,
condiciona nuestra falta de coraje para atrevernos a saltar el orden
establecido por la conciencia unidimensional del llamado Pensamiento
Único, con el fin de que «lo otro» pueda al fin manifestarse. Pues no
deja de ser un gran infortunio que reprimamos no sólo la sexualidad, la
agresividad, y todo eso que, siguiendo a Freud, conforma el inconsciente
sumergido, sino, sobre todo, que reprimamos la emergencia del Ser que
clama por abrirse paso: el inconsciente emergente.
El Zen, y la Noticia que él conlleva: El Ser, nos brinda esa voz secreta
que clama en los instantes numinosos; propicia esos momentos en los que,
extinguido el yo, también la dualidad queda extinguida y, liberados de
la tensión sujeto-objeto, puede así aflorar el gran abrazo de la Unidad.
Porque la experiencia del Ser envuelve al ser humano en un abrazo cuando
éste ha asumido el riesgo de vivir afianzado en la promesa de que tras su
nostalgia se esconde la plenitud del Vacío, origen de toda forma.
Hacemos Zen, para despertarnos. Y para transformarnos. Así se entiende
el creciente interés por la meditación como transformación personal. La
significación vital que ha adquirido, por ejemplo, el estudio del Zen en
Occidente, arranca de la crisis espiritual de nuestra cultura. No obstante,
la mayoría de los occidentales no tenemos conciencia de nuestro propio
malestar, o de la melancolía, descrita como «mal du siecle» (la muerte
de la vida, la automatización, su enajenación bajo el pensamiento
estereotipado por los medios de comunicación). Llevados por la Diosa
Razón de la tecnología, hemos separado cada vez más el pensamiento y
el afecto; el yo se ha identificado con el entendimiento, y su herramienta,
la razón, debe controlar la naturaleza y la producción de innumerables
cosas. Ese es —dicen— el fin de la vida. En este proceso, el ser humano,
subordinado a la propiedad de las cosas, él mismo se ha enajenado o
alienado al convertirse también en una cosa. El ser, ocluido por el tener,
ha llevado al ser humano a un grado de represión afectiva de tal calibre
que ha sido enajenado no sólo de su propio entorno, sino de su propio
cuerpo. La práctica del Zen aviva esa conciencia.
Desde ahí, como más arriba afirmé, puede comprenderse el afán de
tantas personas, cada vez más numerosas, por adopatar un cambio de
viraje que le faculte para encontrar dentro de sí el sentido de una vida
que jamás hallaron fuera. Tal es el sentido del Zen, y tal es el sentido de
la Plenitud de su Vacío.

R.R.

Eso también es Zen

Que este celeste pan del firmamento me alimente hasta el último suspiro.
Que esos campos tan fieros y tan puros me sean buenos, cada día
más buenos. Que si en tiempo de estío se me encienden las manos con
cardos, con ortigas, que al llegar el invierno los sienta como escarcha en
mi tejado.
Que cuando me parezca que he caído, porque me han derribado, sólo
esté arrodillándome en mi centro. Que si alguien me golpea muy fuerte
solo sienta la brisa del pinar, el murmullo de la fuente serena. Que si la
vida es un acabar, cual veleta, chirriando en lo más alto, allá arriba me
calme para siempre, se disuelva mi hierro en el azul. Que si alguien,
de repente, vino para arrancarme cuanto sembré y planté llorando por
las nubes, me orne en esa nube yo, me torne en planta, que sean aún
semillas mis dos ojos en los ojos sin lágrimas del perro.
Que si hay enfermedad sirva para curarme, sea sólo el inicio de mi
renacimiento. Que si beso y parece que el labio sabe a muerte, el amor
venza a la muerte en ese beso. Que si rindo mi mente y detengo mis
pasos, que si cierro la boca para decirte todo, y dejo de rozar tu carne
ya sembrada, que si cierro los ojos y venzo sin luchar (victoria en la que
nada soy y obtengo), te tenga a ti, silencio de la cumbre, o a ese sol
abatido que es la nieve, donde la nada es todo.
Que respirar en paz la música no oída sea mi último deseo, pues sabed
que para quien respira en paz, ya todo el mundo está dentro de él y en
él respira. Que si insiste la muerte, que si avanza la edad, y todo y todos
a mi alrededor parecen ir marchándose deprisa, me venza el mundo al
fin en esa luz que restalla. Y su fuego.

Antonio Colinas

 

Eso
también es Zen

 

Música: Farid Farjah – Full Album

 

Meditación Bilbao