La mochila de IparHaizea

Por cualquier camino que se suba a la montaña, La luna que se divisa desde la cumbre es la misma.En el espacio Zen de la sangha (grupo, comunidad…) Ipar Haizea, de Bilbao, destaca, entre otros tres bellos y grandes cuadros realizados por nuestra compañera la artista Sol Mateos, un óleo mural que personalmente me hechiza. Se trata de la representación de un caminante, que, ayudado de un largo bastón que le sobrepasa, y de una mochila ligera a sus espaldas, va atravesando un valle entre escarpadas montañas. El cansino caminar del peregrino que plasma el lienzo, además de ser un canto a la sobriedad Zen, supone todo un símbolo de lo que en el fondo somos y quisiéramos seguir siendo: compañeros del Camino des-prendidos de lo innecesario y, sobre todo, libres como el viento; no aferrados a propiedad alguna, arraigados en la misma raíz del desarraigo, muy abiertos a compartir la experiencia del Ser que nos habita y fortalece, el que se afirma y consolida en cada uno de nuestros pasos.

Vivir – señala un gran poeta – es aprender a andar descalzos, / yendo con gratitud hacia el misterio. / Bien lo sabéis: jamás tuvimos nada, / ni la casa ni el nombre que nos dieron. / Mas crece nuestro amor por esta nada / en la que vemos más de lo que vemos, / tan preñada de luz y oscuridad, / tan copiosa de música y silencio.

Pero el lugar más emblemático, definidor de lo que allí se vive, es un rincón escondido del zendo, o dojo (espacio meditativo), de cuya pared pende una mochila o zurrón que el gran amigo y compañero Iván tuvo a bien regalarme después de uno de sus largos periplos por los montes y bosques de los Pirineos y los Alpes. La mochila de Iván, cuarteada por duras jornadas de sol, de nieve y lluvia, representa la historia nómada de nuestra sanhga de Bilbao, que, si bien lleva un año sedentaria en un espacio privilegiado del barrio obrero de Rekaldeberri, no ha olvidado sus orígenes, a los que está dispuesta a volver si las circunstancias lo exigieran…

Me callo, termino, con la palabra silenciosa, lenguaje sin lengua que brota de un soneto:

A LA MOCHILA DE IVÁN

Aquí estás aparcado (de momento),
noble zurrón, mi albergue itinerante,
hostal restaurador del caminante,
cobijo uncido al cuerpo de mi aliento.

A ti, noble macuto, estoy muy atento,
a tu dócil destierro trashumante;
a ti, amparo del nómada ambulante
que patea por sendas de alba y viento.

Te contemplo en tu exilio y desamparo,
ah mi noble mochila aquí hoy colgada,
hecha espera, quietud y alma del zendo.

Compañera de abismos, cumbres, claros:
la que calma hambre y sed en la alborada.
¡Tu humilde desnudez ya es nuestro atuendo!

La mochila de IparHaizea

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