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¡ELÍ, ELÍ, LAMA SABACTANI!
Con ese grito desesperado, Jesús clamó en la soledad más hosca por el amparo de quien, hasta ese momento, fue para él su sentido del vivir, el Padre que le había abandonado. Pero de esa experiencia yo extraigo la mía: la fe en la resurrección no diluye el problema de la muerte, no lo soluciona.…