El Gran Silencio

CONSTATO, ahora más que nunca, que jamás podría amar, ni ser, ni vivir en plenitud sin el valor de atravesar el desierto del desamparo. Y seguir dócilmente el camino. Lo sé bien. Y lo sé porque puede saberlo cualquiera que, aun en medio de la desolación, no le queda otra que dejarse aventar por el Soplo del Espíritu de la vida.

Ah, ese renacer,
ese recomenzar,
que, tierna y tercamente,
albergan los finales…

Auscultar el Gran Silencio guarecido entre los ruidos, el temblor del sendero que horadan tus pisadas; ese clamor de fondo como única posesión, mientras, libre de ropaje y equipaje, peregrinas tras los rastros del amor perdido, el claro de luna en plena noche, el agua en el desierto.

Transitar en pos del huidizo eco de la palabra esencial, del aroma de su aliento antes de dejarse pronunciar en tus labios; labios ungidos por el beso impregnado del Único sabor que que te tiene y te sostiene. Y así, caminante desnudo de ti, persigues la aurora entreverada en el plomo de la noche. Hasta que constatas: alguien me pastorea.

 

 

 

 

 

Un pensamiento en “El Gran Silencio”

  1. Me emocionan estas palabras que invitan a compartir la experiencia de renacer desde la desolación, atravesando el desierto del desamparo e impregnándose del Espíritu de la Vida.
    Ese clamor de FONDO..
    que nos hace distinguir lo que nos parece muy importante (lo urgente)
    pero que no lo es.
    De vuelta a casa, al Gran Silencio
    Gracias Rafa

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