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…hazte a un lado…

 

Escucha, observa.
Ahora, al caer la tarde,
Esa honda Presencia
ha querido albergarse
abrazada a la piel de tu Silencio.
No, hazme el favor, no te distraigas…
Y hazte a un lado,
permite que ella habite
en el espacio virgen, aún no hollado,
del sagrado rincón de tu Inocencia.
Ahora, sí, al caer la tarde…
Aquel que a tu Palabra accede
escucha tu Silencio,
desde el Silencio escribe,
obra y se manifiesta.
Por lo que calla es conocido.
Aunque a veces mi cuerpo
apenas se sostenga,
tu cayado es mi guía
y su Fuerza me acompaña..
Así lo vivo.
Mi única oración es gritar ¡GRACIAS!

Música: David Arkenstone  – The delicate balance( 2020)

 

…LA EXPERIENCIA DEL VACIO…

LA EXPERIENCIA DEL VACÍO
(Del libro AROMAS DEL ZEN)
La auténtica salvación del ser humano consiste en que este caiga en la cuenta de que tanto él como el mundo circundante están «hechos de vacío», son vacío. La verdadera paz se produce cuando el ser humano alcanza esta
experiencia de vacuidad y la transporta a su vida cotidiana, cuando la saca fuera del Zendo y la convierte en su propia carne. La experiencia incorporada del vacío es, por si sola, capaz de liberarnos de todos los sufrimientos de este mundo, incluido
el miedo a la muerte. La experiencia de vacío nos libera de las sombras de la vida y de la muerte. El patriarca Zen Yöka Daishi lo expresa de este modo:
Cuando despertamos al cuerpo Dharma, allí no hay nada. En nuestro sueño vemos claramente los seis niveles de la ilusión;
una vez despiertos, no hay ni una sola cosa. Cuando caemos en la cuenta de la verdadera realidad, allí no hay sujeto ni objeto y el sendero que nos hace caer en el infierno del mayor sufrimiento,
desaparece instantáneamente. Cuando vemos verdaderamente, allí no hay nada. No hay ninguna persona; no hay ningún Buda. La esencia del Ser es Vacío; un vacío que nada tiene que ver con el nihilismo carente de sentido, sino con la plenitud del sentido; un vacío que está lleno hasta los bordes de potencia y de energía. Donde no hay ninguna cosa, allí está el Todo. El Zen no es una religión, no quiere redimir o salvar a nadie; tan sólo busca el despertar. Ahí, a su modo, reside su forma de «salvación», porque, si se mira bien —y de mirar bien se trata— el despertar es en sí mismo la auténtica salvación de la ignorancia; un caerse los velos de la noche oscura. Pero, ¿de qué caemos en la cuenta a través del Zen? Pues caemos en la cuenta de un hecho fundamental: de que el Ser es Vacío, y de que el mundo objetivo es Vacío. Y eso libera, eso salva.
Mediante esa conciencia o constatación, mediante ese caer en la cuenta de la naturaleza vacía de las cosas, el ser humano se encuentra ante una importante ocasión de liberarse de todos los sufrimientos, principalmente del más fundamental: el problema de la muerte. La vivencia del Vacío, acarrea la auténtica paz de espíritu en la medida en que nos incluye: somos vacío. Y al quitarnos de en medio nos apartamos de la muerte, no nos atañe, transcendemos el dualismo vida-muerte. Nuestra conciencia traspasa la mente y el cuerpo, abriéndose al infinito. Esa es la experiencia del Ser El vacío de la meditación no se refiere, como pretenden los predicadores, a
la renuncia de la belleza del mundo, sino a VACIARSE, a desembarazarse de la envoltura de la conciencia ordinaria, el pequeño ego, para que, de ese modo, suelto y vacío de hojarasca, poder arribar a la plenitud del mundo, al Ser del Universo.
Ser Nada, Nadie.
El yo que me permito
ahora está ausente.
R.R.

Música : Armand Amar – Poem of the Atoms

 

…ese raudal de Amor…

Aprender a ser tú, a ser yo,
a ser nosotros,
allá donde nos lleve
el corazón del viento;
pegados, muy pegados,
a su hondo latir.
tan diáfano y audible
en el desván callado de las noches…
Y que allá donde quiera que vayas,
no dejes la Aventura de ser tú.
Y tú ayúdame a ser yo,
enhebrados tú y yo
a ese entreverado qué se yo del Gran Misterio:
seguir y pro-seguir
mirándome en tus ojos,
tan límpidos, tan claros
cuando se fijan en los míos…
hasta que ya al llegar el alba,
en nuestra piel, como único ropaje,
se haga visible el imposible
de que ese raudal de amor
los rayos de la aurora lo disuelvan.
R.R.

 

Música:  Mi revolución – Cuatro Pesos de propina