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Sí, todo lo que asciende converge…

No importa lo que tarde en abrirse el misterio que te esconde, y toda huella tuya me anuncia. Todo mi viaje llega al silencio y a la espera de mi ”no saber” más hondo. Pero “yo sé” que ya estoy en ti cuando aguardo ante tu puerta.
( Benjamín González Buelta)
Ante tu puerta yo no aguardé jamás, porque ya te habías adelantado. Siempre lo he proclamado. Tu gracia llega al ser humano antes de que éste la alcance y llegue por sí mismo, antes de que contraiga ningún mérito. Lo digo desde mi más honda experiencia de Ti, porque tu gracia y compasión se hallan incluso en los infiernos también hondos del sufrimiento humano. Lo sé. Y lo haces de un modo desinteresado, sin exclusión entre buenos y malos, porque eres lluvia fertilizante que cae y se derrama, generosa, sobre buenos y malos. Lo proclamaste incansablemente.
La luz de la transfiguración ilumina todo el mundo, y no sólo bajo Bodhi, el árbol de Buda, o en la cumbre del Tabor. Otra cosa es que nuestros ojos se liberen de los obstáculos del ego, del super-ego narcisista, su obsesivo afán de perfección y sus rígidas normas farisaicas, para poder ver las huellas de tu humanidad, querido Maestro. Porque estaban los fariseos tan ocupados en levantar el edificio de su propia perfección que no supieron abrirse al gran Aliento de ternura que visitaba la tierra y que era el único que podría transfigurarlos.
No importa -añade Benjamín- cuál es el camino que me conduzca hasta tu encuentro, no quiero apoderarme de tus huellas cuando son reflejo fascinante de tu gloria, no quiero evadirlas fugitivo cuando son golpe y angustia.
R.R.
“Buda clarifica lo que ocurre, Cristo muestra cómo ocurre” (Paul F. Knitter)
Buda, tú me abres las puertas a una dimensión vasta y global de la Energía del Ser Vacío; Jesús, tú me revelas lo que “me ocurre” cuando esa Energía se torna forma y abrazo humanos.
Tú, Buda, aportas y eres la apertura clarificadora; tú, Jesús, su concreción carnal y temporal en la forma del suceder humano vibrando.
Sí, todo lo que asciende converge…
R.R.

 

Música:  Hans Zimmer – Interstellar

 

«la sensación de ser»

Vivo cómo la inmediatez del Espíritu del Ser se muestra en el incesante actuar de la creación continuamente cambiante, la que suscita el asombro ante el prodigio de existir. Algo que Ken Wilber, siempre asombrado –y apasionado- llama «la sensación de ser».
Me ocurre a veces – como puede ocurrirle a todo ser viviente receptivo- que durante los momentos de contemplación, siento cómo el Espíritu se descalza del cuerpo, aun sin dejarlo de habitar; como si lo expandiera más allá de todo límite y frontera. Mi sombra, entonces, se inclina cortésmente y, pañuelo al viento, se queda humildemente en un segundo plano como si se despidiera del negro espesor de la envoltura que le es propia. La Noche, entonces. se disuelve cuando el Aliento de la Vida ha barrido la corteza burda de su oscuro pelaje.
Es entonces cuando el Ser, libre ya de los sentidos, se cumple en el prodigio de dejarse manifestar incluso fuera de los sentidos, para devenir tan sólo Soplo, Pneuma, Viento, Ruhá…
R.R.

 

Música: Yann Tiersen – EUSA

 

 

No se aparta la luz de quien no huye de las sombras…

Tan sólo hecho Silencio, mi afán logra su meta: el Ser abierto, abismo y cielo,
sin más dique ni roca que la muga del viento, espacio sin costuras, fondo de Dios, su desnudez, mi albergue sin paredes…
Y así te halle en tu vuelo,
y Tú en mi nada.
Yo me perdí en tus ojos,
cuando ya no era,
cuando sólo era Nadie,
cuando sólo era Nada…
R.R.
No se aparta la luz de quien no huye de las sombras…
(¡Cuánto se puede ver al no ver nada…!)
Ver fluir los instantes
como fluye el alba tras la noche.
Afrontar – no sin tu ayuda- tanto el estallido de la umbría en plena luz
como el de la luz plena umbría…
Viendo, -como el ciego de Jericó vio-, y, si es posible, celebrando, tu Presencia
en la entrelínea de las luces y las sombras.
Pues sé que aunque no vea jamás nos dejas, tu cayado me acompaña.
R.R.

Música:  Ludocivo Einaudi