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En la hoguera de luz más clara y diáfana que nunca soñé…

Jamás entendiste a Dios como un concepto, sino como una experiencia más que amistosa y cercana: lo entendiste – más bien lo viviste- como Padre, Abba, un dios con entrañas de madre, el mejor amigo del ser humano. Tú eres para mí su forma humana, su rostro y gesto, Jesús de Nazareth, su propio Espíritu
Para ti, a diferencia de los grandes filósofos de tu tiempo, Dios jamás fue un demiurgo extraño al mundo que desde la lejanía controla, indiferente, el universo. Tu Palabra, querido Maestro, sigue aún resonando ajena a los pontífices de la virtud, que asfixian nuestra fragilidad con pesadas cargas morales que ellos se sacuden.
Insistentemente me recuerdas, Jesús, el don de tu acogedora cercanía -y me lo ofreces diariamente como herencia- : que allí en el la fibra más sensible de mi cuerpo, instalas tu morada y habitas cada instante, sanando y vivificando mis entrañas, transformando mi carne en reflejo de tu Espíritu.
Desde esa interioridad, Galileo –y sé muy bien lo que me digo- me transformas diariamente en la hoguera de luz más clara y diáfana que nunca soñé; en la fuerza más segura para poderme enfrentar a la dureza que el flujo del vivir diariamente me depara.
Tú, Maestro de la compasión , dador de vida, atraviesas la misma muerte para resucitarme contigo en cada instante, sí, ahora mismo que esto escribo
Rafa Redondo

 

Música:  Often a bird – Wim Mertens

 

 

 

El tú de mi más profundo yo

Tan sólo el poema, esa voz tan poco frecuente, a veces sirva para expresar el tacto de lo Único; voz quizá oscura, tan escondida, tan silenciosa, tan respirada, tan verdadera y tan callada….
…Todo brotaba y fluía en todas partes,
Con vida, olor, color y ruido.
Y parecía que les gustaba unirse
De modo que todo pareciese amable.
No pude saber qué ocurría,
Ni lo que vi, como ocurrió.
Pensé entonces: un espíritu nuevo
Despierta y todo lo llena de vida,
Y se quiere expresar con cosas bellas,
Y con miles de flores.
No pude saber qué me ocurría,
Ni lo que vi, como ocurrió…
(Novalis)
Todo el ser, en cuerpo y alma, estaba enteramente presente. Es un suceso que, por más que se repite, nunca deja por ello de ser extraño y nuevo: la mente se torna vacía, cesando todo modo de reacción y ni siquiera se es consciente del Vacío que hace manar y alimentar la vida. Hasta que uno lo resume sobre un papel escrito, en un baldío afán de describir la realidad indescriptible.
Y brota el asombro, prendido a veces del suspiro y de la lágrima, acompañado de una recóndita y profunda sensibilidad que invade toda la conciencia. No hay continuidad de ningún tipo, tan sólo una especie de espacio sin anchuras, sin costuras, sin fronteras. La belleza sin nombre, sin formas; territorio sagrado donde no cabe la palabra. Sólo ser; sólo Ser.
ESO, aparece más allá de la dicha o la desgracia. ESO, emerge donde nadie escarba: guarecido fuego que fulge en el eterno rescoldo de la Gracia, alentado por el soplo del Ser.
Somos el lugar donde el Todo puede ser hallado, los propios nervios de la Luz, su propia sombra por ella herida. El tú de mi más profundo yo.
Tú, mi más profunda y propia nervadura.
Tan sólo cabe la atención al milagro de la respiración, y percatarse de que somos eso: soplo, aliento que busca transparentarse, narrarse, decirse. El Todo que todo lo contiene y que el Maestro de Nazareth decidió llamarle Padre.
Nunca hallé un amor más grande, ni más cercano; nunca hallé un motivo más grande para amar rabiosamente a mis semejantes.

 

Rafa Redondo

 

 

Música:  Debussy – Arabesque

 

 

 

¡Completa tu nacimiento!

 

¡Completa tu nacimiento! En esto consiste la tarea de nuestra vida. No la completaremos mediante las obras que realicemos, sino por tan sólo Ser. La experiencia del Ser, una experiencia de nuestra naturaleza más honda, he ahí los deberes de nuestra vida.
( Maestro Zen Willigis Jägger)
Dios se manifiesta no sólo en la flor, sino como flor. Y ahora en mi vejez se manifiesta como mis achaques, como mi enfermedad, como mi decrepitud…
Estas palabras oí ya hace mucho tiempo de este maestro en una entrevista particular, antes de que las publicara en el bello libro»La vida no termina nunca», que siempre he interpretado que lo escribió a modo de despedida.
Agradezco a la maestra zen Nuria Martínez Brunet, que me lo trajera en una visita que amablemente me hizo a casa para comentarlo y compartirlo, fijándonos en las frases que ella tenía subrayadas. Lo que sigue lleva esta huella, no lo oculto. Las frases de Willigis, aunque condicionadas por mi versión de ellas, irán escritas en letra cursiva.
Cuando esto escribo, estoy a punto de cumplir ochenta y dos años. En plena senectud. Con mis achaques, con mi enfermedad degenerativa…
Pero sí, yo sé bien que Tú te manifiestas también como senectud como marchitez, como achaque, como enfermedad neurodegenerativa…Y sé aún mejor que te trasluces como Vida regenerativa y regenerada en cada instante.
La vejez puede ser vivida como manifestación completa de Tí. Un lugar que yo siento como preferido por Tí para revelarte, para manifestarte. Lo sé bien, te conozco Jesús. Tu hijo Willigis, me dijo y dejó escrito que el árbol marchito no supone una expresión negativa aquí; Significa que muchas cosas que me impiden ser totalmente hombre se van también cayendo.
No elegí yo este lugar donde nací, lo escogiste Tú, y lo hiciste con el fin de realizarte en mi humilde figura, y como ser humano en todo ser humano, labrándonos día a día a tu imagen y semejanza con tu cincel de amoroso carpintero.
Mi estancia aquí, como la de cualquier otro ser humano, es un acto tuyo, Abbá. No es nuestro juego el que estamos jugando aquí, es el juego que tú llevas a cabo como esta figura que en cada instante fraguas para parecerme a Tí, en la forma de esta figura que por un pequeño tiempo aún me queda ser…
Tú eres la danza, yo sólo soy el bailarín.
Ignoro lo que seré después de mi muerte, pero la confianza que has sembrado en mí, hace que me ahorre todas las especulaciones sobre lo que podrá ocurrir, porque Tú me has enseñado a vivir en tu ahora, en tu eterno presente, en tu Presencia. Y aunque a veces tu luz no me ilumina, el sonido de tu cayado me acompaña haciendo de mis noches alba y primavera. ¡Gracias, Señor
(Hago seguir a continuación un precioso texto poético de la poeta, pintora y maestra zen, Paloma San Román, excelente compañera de Camino. Mi gratitud, querida Paloma).
LLEGA LA PRIMAVERA
Llegan rumores de primavera.
Fragancia que presagia la explosión vital.
Yo prefiero, sentir sin más, el runrún de la Vida.
Murmullo que anuncia el instante.
¿No es tan sólo una circunstancia la estación?
Bellísima particularidad la primavera.
Vida estallando una y otra vez bajo la tierra, bajo la piel…
Vida despertando de otros estados.
Vida brotando en cada oquedad.
Vida, compost, en la más delirante oscuridad.
Misteriosa Fuente.
Sagrado Don.
Dádiva Divina.
Perdidos, con frecuencia, en augurios, señales y deseos…
Anhelamos lo exuberante, lo extraordinario…
sin darnos cuenta que también es Vida el invierno, el otoño, el verano…
La niñez, la juventud, la madurez, la vejez…también son Vida.
Lo ordinario, lo cotidiano, lo sutil, lo imperceptible…
Circunstancias vitales.
Manifiesta Deidad que se siente y se presiente.
Vida en abundancia, rica y fértil,
Fecunda a cada instante, en cada momento.
Siempre, eternamente siempre…
No está el espíritu en la flor,
Es la flor.
No se encuentra en la lluvia,
Es la lluvia.
No se manifiesta en el amor.
ES el amor.
No se arruga en cada pliegue de la piel.
Es la piel.
No se cansa en el lento caminar,
ES el caminar.
No sucumbe en el árbol caído,
Es el árbol.
La Vida brota siempre bella.
Incontenible…
También en primavera.

 

Música: Ludovioc Einauid – Artic