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…La luz de amanecida….

 

Tras las penumbras algo ofrece asilo mientras hiere.
Algo fulge, entonces, en la misma guarida de la oquedad herida
que ese Algo produce.
La luz de amanecida
acaricia la umbría excedente de la noche,
se eleva hacia las simas.
Enorme es La Fuente cuando el ser de la existencia se deja regar por lágrimas sin más causa que el don de agradecer.
Mientras, los brazos, consagrados como Mundo, sé que se elevarán solos, penetrando el éter de la aurora, haciendo aparición lo que jamás a primera vista estuvo. Pues, no sin dolor constaté al brotar del alba que ésta sólo se digna mostrar su verdadero rostro a quien, sin más lumbre que sus latidos, se atreve atravesar la noche.
Por eso, armado de la herramienta humildad –no de la virtuosa, sino de la necesaria-, puedo afirmar cuán dócil a su reclamo misterioso la luz amaneció en la quietud de mis escombros, hasta sentir su tacto en la muerte de la muerte.
Yo, tu instrumento…
y qué dolor mientras afinas mis frágiles cuerdas…
aunque luego,
al abrir las ventanas quedo asombrado de la música
que al corazón del mundo alcanza.
R.R.

 

Equinoccio de otoño

 

 

Música:  Karl  Jenkins-Adiemus

 

…Sigo, y sigo…

Sigo, y sigo…
Otoño es el espacio del silencio. Espacio de encuentro con el magisterio interior, lugar para descansar en el Testigo del Ser. Y recobrarse. Y crecer en las raíces mientras la copa se desnuda. Y amar. Y, en forma de Ausencia, poder albergar la invisible Presencia. Otoño es un hogar propicio para acallar el vocerío y restarle decibelios a la actual locura de los medios que ni median ni remedian; y todo ello para que la Voz de toda voz sea audible y quede su eco. Otoño puede ser tu lugar de revelación de un mundo colosal que demanda ser atendido en tus adentros. La explosión de lo latente, oculto, entreverado…donde tú eres más tú, lugar de hacer el amor que nos da a luz. Creo que fue nuestra amiga, la poeta Alicia, quien un día me dijo una obviedad sagrada: “El que mora en el Silencio es insumiso a lo establecido…”. No se deja atar a ninguna tradición, porque es fiel a lo Real que en él palpita.
Otoño, claridad de las calladas horas; primavera interior. Aespacial espacio, donde pueden ser oídas las rimas dela Inocencia. Callo.
R.R.

Música:  Joël Fajerman  –  Flowers Love

 

“…Así teje la vida los días y las noches del existir…»

 

“….Y a la vida no cabe reprocharle
que algo así sucediera, ni tampoco
el trato desigual que me otorgó:
fue benigna conmigo y fue terrible,
igual que es ella con cualquiera siempre…”
“…Así teje la vida los días y las noches del existir. Y en ese
piadoso no saber, en esa trama
de compasiva oscuridad,
no falta nunca el hilo luminoso
de la esperanza”.
(Eloy Sánchez Rosillo)
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De Blaise Pascal aprendí el vicio de la apuesta.
Probé mi corazón en la tormenta. Aposté. Y en la propia flor del puñal, dentro de remolinos abismales, aposté, esperando el final de la intemperie, sentado frente a sórdidos rincones del polvo.
Quise sobrevolar sus costuras espectrales, vivir en el vacío que habita la palabra y atravesar los túneles abiertos que alcanzan la otra orilla, empeñando mi historia, abandonando mi curriculum vitae en los cuencos del lodo, sobre el tapete donde juegan a los dados los ángeles del límite, alados custodios del paso del abismo, rodeados, sin darse cuenta, del fulgor indecible de una estrella.
Allá en el fondo abismal, cabe, (¡y qué bien cabe!) un dios que nos alienta. Y que también nos deja malheridos. Lo fascinosum y lo tremendum. Ese punto inhabitable en que el mi amigo Eloy señala que coincide la vida con la muerte.
Hay en el límite
abismal o celeste de la belleza extrema
algo que nos fascina y nos malhiere:
Un vértigo que avisa del peligro
cuando ya no hay más remedio,
un punto inhabitable en que coincide
la vida con la muerte.
Así, a las noches suceden otras noches, aunque todas acaban sucumbiendo ante la aurora; unidad de muerte y vida, unidad –Unidad- que mantiene aún el brillo de la Luz originaria.
Qué aliviante, por todo ello, cuando el doble rostro de Dios nos zarandea, cuando de esa su fuente y fuerza, adquirimos el valor para mirar el fulgor de su filo bipolar de paz y guerra, qué don incalculable, entonces, poder exclamar con Juan de la Cruz, fuera del tiempo:
En la fuerza de mi fragilidad…Qué bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche…
R.R

Música:   Anne Clark – Journey by Night