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…Cayó la noche…

Cayó la noche.
Se escucha lo Real.
Qué cosa tan difícil
no oír su eco.

Aunque mi cuerpo apenas se sostenga, tu cayado y tu Fuerza me sostienen…Darte gracias, mi única plegaria.
Más luz regalas
cuanto más te consumes,
mi humilde Vela.

R.R.

Música:   Совместное выступление с схиархимандритом Серафимом (Бит-Хариби)

 

Me abro a la escucha, ahora, al caer la tarde

 

Me abro a la escucha, ahora, al caer la tarde, a esa honda Presencia que ha querido albergarse en el Silencio y que el Silencio destila por sus invisibles poros.
Y así, como si yo fuera una suerte de tú, me digo, “no te distraigas…Y hazte a un lado, permite que Él habite en este espacio virgen, aún no hollado, del sagrado rincón de tu Inocencia. Permite a Dios que sea Dios”.
Porque sé bien que al declinar el día no hay noche, por muy oscura que ella fuere, que no destile luz desde su entraña amenazante; pero –también lo sé muy bien – que aunque esté oculta, se halla preñada de alba.
Veo sin cesar y cada día más claro, que tu ausencia, oh, Luz, es el cebo imán, de esa Presencia alegre, que al cuerpo humano anima, que extingue el tiempo, que liquida el espacio y sus nostalgias.
Ausencia, imán de eso que llaman Dios (aunque se le puede llamar Dios, Ser, Energía, Vida, Fuente de Vida, no se puede encerrar en nombre alguno a ese insondable misterio), que es menos misterio para los Nadies, los sencillos, y los niños).
Y mis ojos, abiertos como platos, se aprestan al insomnio que no es sino serena duermevela en pos del alba…
Ahora, siempre al caer la tarde…

 

R.R.

 

Múisca:   Wia -Wim Mertens

 

…y deja caer las hojas muertas…

 

Nadie sabe, pues nunca lo aprendió, en qué consiste eso de
saber caer. ¿Dónde se hallará el terapeuta para esta globalizada
incapacidad?
Ellos, los centuriones de Mammon, en sus
universidades y empresas, nos capacitaron para competir, no a compartir; nos capacitaron para
trepar hacia no se sabe dónde. Pero hoy nos toca aprender los
movimientos de bajada. No sabemos hacerlo. Y eso mete mucho miedo.
El pánico es rentable para la eterna minoría, el miedo paraliza,
cotiza en bolsa. El riesgo tiene una prima. la prima de riesgo. Pero las hojas,
confiadas, nos enseñan a desprenderse de su temporal cobijo.
Saben de una Unidad no globalizada, comprenden que existe
otra conciencia, otra forma de sentir, otro modo de vida, otro modo de ser acorde
con las raíces del Ser.
Las hojas, sabiendo morir, saben des-morir son maestras de la vida; nos enseñan a olvidar al árbol que les dio seguridad,
nos enseñan confianza y valor más allá de los dualismos de la vida y de la muerte.
R.R.
Música:  The gaze of the West – Wim Mertens